Vida y muerte en los campos de concentración y de exterminio

El 30 de enero de 1933 Adolfo Hitler llegó a canciller de Alemania. El nazismo sube al poder, con la consagración de la máxíma legalidad, en la persona de su jefe, dotado de todos los carismas, el paladín del Tercer Reich. Arden en la hoguera los textos no ortodoxos, se hacen prisioneros los opositores y los resistentes. Alguien dijo entonces -y, por desgracia, resultó un infalible profeta- que cuando se empieza quemando libros, antes o después,se quema también a los hombres.

Es la derrota de la democracia y del parlamentarismo; sin embargo, aún no es la cima de una espiral de violencias y vejaciones. Años más tarde el mundo conocería las deportaciones, los Lager, los exterminios en masa. Millones y millones de muertos, o mejor, de mártires; de individuos a los que les fue negado no sólo el elemental respeto de la personalidad, sino incluso, la propia humanidad. Hombres castrados, mujeres esterilizadas, individuos asesinados con refinamiento y sadismo. Los Lager constituyeron, realmente, la fábrica de la muerte planificada, programada. La muerte en mil formas distintas, la muerte, como fin de sí misma, la muerte como símbolo de una ideología.

Bibliotecas