II

No andaban muy bien las cosas para la causa del gobierno hacia los promedios del mes de agosto, del lado de allá del Deva, ni en Navarra, ni en Álava siquiera, provincia esta última, que, aunque menos soliviantada por el genial de sus habitantes, no dejaba de levantarse en armas como ya lo estaban hacía tiempo sus dos hermanas. En Guipúzcoa habían desaparecido los destacamentos que guarnecían a Salinas, Escoriaza, Arechavaleta, Mondragon, Legazpia, Oñate, Vergara, Plasencia, Zarauz, Azpeitia, Azcoitia y la siempre liberal Eibar, no quedando guarnecidos en toda la provincia más pueblos que Tolosa, Oyarzun, Rentería, Irun y San Sebastian: en Navarra caia Estella, después de una tenaz resistencia, en poder de Dorregaray, marqués ya de Eraul por la rota que causó en el pueblo de este nombre a la columna del coronel Navarro, 1 no obedeciendo al gobierno más que algún punto fortificado y la capital: finalmente, en Álava, el diputado Varona, nervio tenaz y potente del carlismo, podía decir como los claros varones de la Edad Media, «Álava por Varona,» porque a excepción de Vitoria, Laguardia y Salvatierra, toda la provincia respondía a las órdenes y circulares que emanaban de su autoridad. Las Provincias Vascongadas, pues, estaban dominadas completamente por los carlistas, no contando a las capitales; y esta dominación les permitía cobrar impuestos; crear nuevos arbitrios; establecer aduanas, portazgos y comandancias de armas; restablecer los antiguos tribunales; nombrar ayuntamientos y juntas de agravios; organizar los ramos de comunicaciones, no olvidando la telegrafía, y dar grande impulso a todas las dependencias de la administración y policía afectas a las diputaciones forales. Crearon sus imprentas para la más fácil trasmisión de las órdenes y circulares, con un cuerpo de verederos que las repartían en los pueblos; y la aparición del periódico bisemanal el Eco del cuartel general que se imprimía en Peña de Plata desde el 15 de agosto,2 manifestaba claramente que el señor Castelar, en su discurso del 17 del mismo mes, no estuvo exagerado cuando al pintar con su poderosa palabra el cuadro del estado de la nación y de declarar que el ejército carlista tenía una gran perseverancia y un grande heroísmo, exclamaba con la voz del presentimiento: «¡Que responsabilidad tan tremenda, señores, si en lugar de constituirla república hemos engendrado la reacción y el carlismo!»

Y era verdad lo que el Sr. Castelar decía, porque la república no podía constituirse bajo base alguna sólida, y el carlismo, no solamente había sido reengendrado por ella, sino que venía asomando su erguida cabeza pocos meses después de la batalla de Alcolea. Cierto es que a la sombra de los desconciertos de la república y de sus exageraciones aumentó considerablemente su fuerza, como no podía menos de ser así, porque no en vano se derrocan tronos seculares, se atacan las creencias de los pueblos, se echan abajo injustificadamente instituciones y leyes respetadas, se derriban templos o dentro de ellos se cometen los más audaces sacrilegios y se rompen los sagrados vínculos de la moral y de las buenas costumbres. Cierto es que durante la república se hizo esto, y algo más; que nos trajo el socialismo, el comunismo y el cantonalismo con todas sus amenazas y peligros, y que por lo tanto habría de aumentar y crecer rápidamente el único partido español compacto que poseía ardimiento y fe y que contaba con grandísimo número de adeptos. La pintura, por lo tanto, hecha por el Sr. Castelar, era exacta a todas luces, según lo han venido demostrando los sucesos y el tiempo, gran vengador de sinrazones e implacable juez del porvenir.

Decíamos que los carlistas eran señores absolutos del país al finalizar el mes de agosto, y que se preparaban al combate más que a la defensa, así como que habían comenzado a establecer el bloqueo de la plaza de Bilbao. Ya para este tiempo se hallaba construida en las afueras de la villa la fortificación del Morro, y estaban muy adelantadas las de S. Agustín, Diente y Mallona, las interiores de la Muerte y algunas cortinas aspilleradas que formaban su cerca de defensa; y se pensaba construir las de Miravilla, Artagan, iglesia de Abando y algunas más; y ya para este tiempo se había recibido algún material de guerra con que artillar aquellas fortificaciones. Pero todavía quedaba por resolver la gran cuestión de la seguridad de la ría, arteria principal de la vida de Bilbao, y sin la que toda defensa seria parecía inútil. Comprendiéndolo así los carlistas, situaron mayores fuerzas sobre las dos orillas del Nervion desde las cuales hostilizaban sin cesar a los buques que le surcaban, llegando el caso de verse obligados sus capitanes a blindar los camarotes de proa y a levantar sólidas y fuertes garitas en los gobiernos. Estrechaban cada vez más el bloqueo e impedían ya a las gentes del campo la conducción de hortalizas y frutos al mercado de Bilbao, cuando inopinadamente y sin previa noticia fueron sorprendidos sus habitantes el 21 de agosto con la llegada de una división de 9000 infantes, 400 caballos y 12 piezas de montaña mandada por el general Sanchez Bregua y dividida en tres brigadas a las órdenes de los brigadieres Portilla, Catalán y Gardyn. La presentación de estas fuerzas respondía a gestiones practicadas en la corte por comisionados de Bilbao, para que fuese atendida y colocaba en buen estado de defensa interior y exteriormente. Así fue que con la llegada del general Sanchez Bregua, coincidió la construcción de una fortificación en la loma del Desierto, punto muy a propósito para la seguridad de una parte importante de la ria, y la consolidación de las obras del puente y casa de Luchana, que, ocupados hacía algún tiempo por un destacamento de la guarnición de Bilbao, carecía de todos medios de defensa. Hechas estas obras, aunque muy a la ligera, y guarnecidos estos puntos por tropas del gobierno, así como la villa de Portugalete y Olaveaga, creíase que la ría quedaría bastante asegurada, sin calcular siquiera que tendidos los carlistas a lo largo de los 14 kilómetros que separan a Bilbao del mar, podían seguir causando los mismos daños que antes de la ocupación definitiva de estos puntos. Para proteger algunas de estas obras, se colocó durante tres días la brigada Portilla en Burceña y Castrejana, derribando a su paso y durante su estancia, los parapetos que habían levantado los carlistas por aquella parte, y sosteniendo pequeños tiroteos sin éxito alguno. Sanchez Bregua y su división abandonaron a Bilbao el 29 de agosto, dirigiéndose por Durango a Vitoria y dejando en la plaza en que había permanecido nueve días, dos compañías de ingenieros, muy útiles en aquellos instantes, y algunas pequeñas fuerzas más. Su marcha, verificada al amanecer de este día, causó una profundísima pena en aquellas personas que fueron testigos de la guerra civil de los seis años y que leían con demasiada claridad en el libro del porvenir.

Un incidente bastante extraño ocurrió durante la estancia del general Sanchez Bregua en Bilbao. El capitán de fragata D. Segundo Patero, comandante de la goleta Consuelo, fondeada al frente de Portugalete y encargado de proteger su defensa, desertó al enemigo, presentándose en Nocedal a D. Castor de Andéchaga. Está conducta de un comandante de buque de guerra colocado en un punto tan delicado é importante y cuyos antecedentes no eran sospechosos, llamó vivamente la atención del público. Le sustituyó en el mando, el comandante del aviso Ferrolano, que hacía también el servicio de la ría.

La diputación a guerra de Vizcaya ejercía plenamente entretanto todos los oficios y facultades de que se hallaba revestida. Publicaba circulares y otros documentos político-administrativos en su imprenta establecida en Villaro donde residía temporalmente, suscritos por los señores Arrieta Mascárua, corregidor político, y Piñera y Antuñano, diputados a guerra en ejercicio ya definitivo, refrendados por D. Antonio de Olascoaga, secretario que había sido de la diputación general del Señorío hasta el alzamiento de 1870 3. La primera de estas circulares fechada el 18 de julio, establecía reglas para el alistamiento personal de todos los hombres de 18 a 40 años, solteros, casados o viudos que lo fueron antes del 21 de abril de 1872; encargaba a las justicias de los pueblos, bajo su responsabilidad más estrecha, la remisión de listas de todos los comprendidos en esta disposición, en el término improrrogable de 8 días, eximiendo tan solo al hijo de sexagenario ó viuda que cuidase de ellos; y ordenaba que los mozos ausentes del Señorío después de aquella fecha, o que habitasen pueblos ocupados por fuerzas del gobierno, pagasen 7000 reales; 9000 los que hubiesen desaparecido posteriormente; y la cantidad que determinase la diputación, los ausentes después del mes de julio. No solamente obligaba la circular a que se presentasen los mozos ausentes en Ultramar, que eran muchos en Vizcaya, sino que les fijaba diferentes plazos para que presentasen las reclamaciones de exención o redención, justificadas convenientemente. La segunda circular fechada el 21 de agosto, se ocupaba del nombramiento de las corporaciones municipales con arreglo a la antigua usanza de Vizcaya. La diputación a guerra, dueña o arbitra del país, era natural que no consintiera dentro del territorio que dominaba, ayuntamientos de real orden unos, ó impuestos por la fuerza del gobierno y de las armas, otros. La parte más esencial de este documento decía;

«habida consideración a la forma antiforal en que se hallan constituidas las municipalidades, y teniendo presente la solemne declaración causada por S. M. el rey D. Carlos VII nuestro Señor, so el árbol de Guernica, en cuya virtud quedó reintegrado este nobilísimo Señorío en la plenitud de todas las franquezas, libertades, fueros, buenos usos y costumbres, se acuerda que todos los pueblos organicen sus ayuntamientos con arreglo a fuero el día 30 del actual, (agosto) tomando posesión el día 1.° de setiembre. El acto de la constitución deberán presidirlo las personas que últimamente hayan ejercido «autoridad foral, y en su defecto el pudiente más anciano.»

Además de estos documentos, los más importantes otros varios que hacía repartir profusamente, encaminados como siempre a levantar el espíritu público. Contenían noticias de las victorias alcanzadas por los carlistas sobre las tropas republicanas, tanto en las Provincias Vascongadas y Navarra como en otras partes en que ardía la guerra civil, de atropellos cometidos por ellas y el paisanaje en pueblos pacíficos y morigerados, no olvidando de ataviar estas escenas con los más ardientes colores que pudieran herir la ya demasiado excitada fibra de los vascongados. 4 y 5

Verdades notorias contenían algunas de estas publicaciones, que, corroboradas por los periódicos de la corte, daban a entender con demasiada claridad que el carlismo caminaba empujado por vientos bonancibles. Y verdad demasiado notoria era para los amantes de la paz, que la guerra, no solamente había tomado muy serias proporciones, sino que se extendía á provincias donde habían de reclamar fuerzas armadas que eran demasiado necesarias en otras en que se hallaba sólidamente organizada. Las Vascongadas y Navarra eran las primeras que carecían de suficiente ejército para develar con los carlistas, y Vizcaya particularmente sentía esta falta, porque con la marcha del ejército de Sanchez Bregua, que sólo ascendía a 9000 hombres, quedó huérfana de todo auxilio por su parte, y entregada, a excepción de Bilbao, a la suerte que los carlistas le deparasen. Por demás era sabido que esta villa, lo mismo en la pasada como en la presente guerra, era el objeto de toda su codicia; y no se dudaba por quienes con calma seguían la corriente de los sucesos, que el amago de bloqueo que había experimentado antes de que pisara su recinto el ejército del Norte, llegaría a ser bloqueo, y más estrecho, tan pronto como sus soldados traspasaran las faldas de la Peña de Orduña o las empinadas cumbres del Gorbea y del Barásar. No se hizo esperar este temido suceso. En la misma noche del día que salió de Bilbao aquel ejército, se situaron los carlistas en Deusto, Olaveaga, Zorroza, Santo Domingo, San Roque y otras eminencias que circuyen a Bilbao, llevándose consigo los mozos de Deusto y Begoña, del Tíboli y del Cristo, disparando sobre los buques que cruzaban la ría, atropellando los derechos de la nacionalidad extranjera, y causando al día siguiente algunas desgracias en inofensivas personas de la orilla derecha de Olaveaga y de las cercanías de Bolueta. Por primera vez este día, que era el 1° de Setiembre, disparó el cañón del fuerte del Morro sobre los carlistas situados en San Roque. Su estampido conmovió; una buena parte del vecindario bilbaíno, poco acostumbrado á semejantes estruendos, más familiarizado con el confuso crujido de los trenes ó con el rápido y acompasado sonido de las palas de los buques de vapor. Era este el primer anuncio de que Bilbao se hallaba dispuesta a defenderse: era también el que avisaba a los ánimos tímidos que buscasen nuevas y seguras guaridas, abandonando sus lares, si querían disfrutar de días serenos y tranquilos. No transcurría uno solo, entretanto, sin que los carlistas hostilizaran fuertemente a la villa, a los destacamentos exteriores, y sobre todo a los buques que navegaban por el Nervion: se conocía que su empeño se dirigía principalmente á interrumpir la única comunicación marítima de Bilbao, a pesar de cruzar por ella los avisos de guerra Aspirante, Gaditano y Ferrolano que frecuentemente la subían o bajaban, con graves riesgos y con pérdida de hombres en algunos de estos viajes.

Por este tiempo cortaron el hermoso puente de Ariz, una de las mejores obras de esta clase en el Señorío; imponían y recaudaban una fuerte contribución del clero y de los pueblos; amenazaban a Castro-Urdiales; se preparaban a fundir cañones en Arteaga y Villaro, a pesar del optimismo de muchos de los principales hombres políticos que negaban rotundamente la posibilidad de este caso, y se trasladaba la diputación a guerra desde Villaro a Durango para fijar definitivamente su residencia en esta villa. Al mismo tiempo que la diputación levantaba sus reales de Villaro, llegaba D. Carlos a Durango al frente de 5.000 hombres, titulando a esta población desde aquel momento, sino su corte, como lo fue de su abuelo en la pasada guerra, al menos su cuartel real en Vizcaya.

No se descuidaba Bilbao en mejorar sus condiciones de defensa, y si bien carecía de suficientes medios para resistir a un grande y decisivo ataque de sus enemigos, recibía, aunque con lentitud, provisiones de boca y guerra por la vía marítima. Ya algunos vapores habían conducido piezas de canon, pólvora y balerío, de Santoña y Santander, pero de corto calibre y en escasa cantidad; y el día 3 de setiembre arrimó á los muelles del Arenal para su descarga, el vapor Non plus ultra, el mayor hasta entonces de cuantos habían besado aquellas aguas. Procedía de la Coruña, y condujo 400 quintales de pólvora, 2000 granadas con carga, 4000 vacías, un millón de cartuchos para fusil de sistema Remington, balerío sólido, 650 espoletas, gatos, grúas, 4 piezas rayadas de bronce de 8 centímetros y otras 4 de hierro de a 16 con sus correspondientes dotaciones. Todo este material de guerra se trasladó a la iglesia de San Nicolás, habilitada para parque de artillería y con él se guarnecían algunos de los fuertes de la plaza que hacía tiempo le esperaban. Esperábanse también nuevas remesas que completaran su sistema de defensa, así como algunas compañías de artillería que sirvieran las piezas, porque Bilbao sólo contaba con una corta escuadra de artilleros sin jefes, algunos soldados de otros cuerpos y voluntarios armados que se aleccionaban en el ejercicio de esta arma, para precaver todo evento. Los aprestos bélicos aumentaban en los campos enemigos; organizábanse las fuerzas de voluntarios de la República y la del batallón de Auxiliares, dispuestas una y otra a combatir al carlismo; el comercio restringía todas sus operaciones; huían los capitales, y los vapores conducían centenares de viajeros en sus expediciones, particularmente a Socoa, San Juan de Luz y Bayona, porque temían que por instantes les quedase la ría interceptada. Bilbao dio un contingente de millares de almas a estas y otras poblaciones extranjeras, en muy corto tiempo. Por su parte también las autoridades militares tomaban todas aquellas precauciones que el buen servicio y la más estricta disciplina requerían, mientras el alcalde, no olvidando sus deberes de jefe de las fuerzas populares, creyó llegado el momento de dirigirles la siguiente

Adicional a la orden del día circulada a los batallones de Voluntarios de esta villa.

«El Alcalde de Bilbao es el jefe de todos los voluntarios armados para su defensa. Esta honra, que su cargo le confiere, le impone el deber de velar por el perfeccionamiento, la eficacia y el prestigio de tan benemérita Milicia.

Los voluntarios, al convertirse en soldados, no dejan de ser ciudadanos, pero tienen que trocar los hábitos de la vida civil por las exigencias del servicio militar y conservar a toda costa la primera de las virtudes del soldado: la subordinación.

Los Sres, jefes y oficiales de los dos cuerpos poseen de cerca la entera confianza del Ayuntamiento y están encargados de cumplir los acuerdos de este, que son los de la autoridad militar, para la mejor defensa de esta villa. Exijo pues de los voluntarios, absoluto respeto e inmediata obediencia a las órdenes de sus superiores. Las operaciones de la guerra no pueden hacerse por sufragio universal. Solo se vencen con soldados; ya hemos de verlo; a unos toca mandar y a otros callar y obedecer bajo el mando supremo del Sr. comandante general, gobernador de la plaza.

Dispuestas las voluntades para una acción compacta, silenciosa, enérgica, impulsada por la dirección superior, importa mucho que cada cual tenga sus armas cuidadas con esmero y conserve sus municiones para usar de ellas útilmente cuando llegue el caso, a la voz de los oficiales.

Que no se oiga un tiro innecesario en nuestros parapetos y avanzadas. No se conteste nunca al lejano e inofensivo tiroteo del enemigo, que, sin verdadero objeto militar, solo puede causar lamentables desgracias en los transeúntes y trabajadores pacíficos de los vecinos campos. Cuando sea preciso se romperá el fuego a la distancia conveniente, y entonces su eficacia castigará la osadía del enemigo y le enseñará a respetar el silencio de nuestras baterías y aspilleras, mucho más imponente que el vano estampido de disparos inútiles.

Voluntarios: orden, subordinación, pronta obediencia a la voz de vuestros dignos jefes y oficiales, cuidado de las armas, reposada actitud de veteranos: esto os pide, esto espera de vosotros, seguro de obtenerlo, el Alcalde de Bilbao, para que podáis llamaros con justicia defensores de la villa Invicta y compañeros de los valientes soldados que compartirán con nosotros la honra de defenderla.

Bilbao 7 de setiembre de 1873,—El Alcalde, Juan José de Aguirre.

Era fácil comprender que todas estas precauciones y aprestos respondían a temores más o menos próximos de un sitio formal a Bilbao, porque estrechado cada vez más el bloqueo y no contando sus habitantes con seguridad alguna personal más allá de los puestos avanzados, no podían disponer de otra comunicación que de la de la ría, amenazada constantemente de ser interrumpida y sobre la que los carlistas seguían disparando tan pronto como avistaban alguna embarcación desde el alto de Olaveaga, Zorroza, Luchana, Desierto, Sestao y Canteras de Axpe.

Era la noche del 6 al 7 de septiembre, cuando llevaron a cabo su primer intento de cortarla. Al efecto, dispararon durante toda ella desde Olaveaga, Deusto, la Salve y monte bajo de Archanda más próximo a Bilbao, para no permitir a los centinelas observar los trabajos que ejecutaban en la ría, con el incesante estruendo de los tiros. Al amanecer del día 7 apareció en el punto llamado Zorroza una presa tendida de orilla a orilla, formada por el vaporcito Somorrostro y dos gabarrones fuertemente amarrados entre sí, y por sus extremos, a los muelles de Zorroza y de Deusto. Lá noticia no dejó de alarmar a los habitantes de Bilbao, aunque era esperada; y como se hacía preciso cortar rápidamente la incomunicación, dispuso al momento el comandante general Ansótegui la formación de dos columnas con las tropas de su mando, las cuales, partiendo por ambas orillas del río, llegasen al lugar de la presa y la destruyesen. Formáronse en el Arenal, relevando las guardias interiores y exteriores los batallones de Auxiliares y de Voluntarios de la república, Y a las 12 en punto salió por la orilla izquierda el coronel Pino mandando su batallón del Rey, otro de Cazadores de Segorbe, un piquete de caballería y una batería de montaña, mientras Ansótegui se encaminaba por la orilla derecha con fuerzas de la guardia foral, carabineros, guardia civil y una compañía de pontoneros, fuerte la primera columna de 1000 hombres, y de 700 ésta. Pino entró en fuego antes de launa llegando a Burceña, mientras Ansótegui, que subió por Santo Domingo para proteger el movimiento, apenas tuvo necesidad de destacar la compañía de pontoneros al muelle donde se hallaba la presa, porque la gran marea que correspondía al plenilunio de este día, se encargó de desbaratarla y de ahorrar trabajo a estos soldados, que, después de volar con dinamita un gabarron, precipitaron el arribo de los dos restantes y del vaporcito Somorrostro a los muelles del Arenal de Bilbao. Esta empresa costó a la columna de Pino un muerto y cuatro heridos, siendo hostilizada hasta el anochecer que penetró en Bilbao: la de Ansótegui disparó muy poco, sin sufrir lesión alguna, retirándose por la orilla derecha. La artillería de montaña mandada por un oficial no facultativo hizo más de 100 disparos poco afortunados, mientras que por el contrario, la del vapor de guerra Ferrolano que asistió a esta función de guerra, estuvo felicísima. Los carlistas, que se batieron bastante bien, pertenecían á los batallones de Andéchaga y Bernaola y tuvieron 1 oficial y 2 soldados muertos, 8 heridos y 2 contusos, según la orden del día dando cuenta de este combate, impresa en Villaro de orden de Velasco y repartida entre sus tropas profusamente. 6

Mientras Bilbao se hallaba amenazada de tan graves riesgos y se reunían tranquilamente en Vizcaya casi todas las fuerzas carlistas con su rey a la cabeza, el cual celebraba consejos de generales en Durango, en los que se trataba de la suerte de Bilbao; se aseguraba que el conde de Chambord le ofrecía todo su apoyo, y que Austria y Bélgica le mandaban armas y gruesas cantidades de metálico para continuar la guerra y precipitar su triunfo, Madrid y sus hombres políticos preparaban nuevos sucesos y nuevas complicaciones. El duque de la Torre y los generales Caballero de Rodas, Letona y Echagüe asi como Sagasta, Moret y otros personajes llegaban a la corte procedentes del estranjero, en los momentos mismos en que ocurría en la capitanía general el grave conflicto entre el general Hidalgo, de triste memoria, y los oficiales que debían marchar a Cataluña a reorganizar los batallones sublevados de Tarifa y Bejar. Pocos días después el jefe del Poder ejecutivo, Salmerón, veía rodar a sus plantas, por un acto de conciencia que no le permitía transijir con la pena de muerte, todas sus utopias metafísicas y filosóficas: los republicanos federales comenzaban a conocer y confesar cuan de priesa iban inutilizando a los hombres más autorizados de su partido, y volvía el Sr. Castelar a ser poder y a revestirse de la más alta investidura del estado. Al presentar á las cortes el ministerio que había formado y que debía acompañarle en sus difíciles tareas, pronunció un brillantísimo discurso, que por sus formas, por su intención, y sobre todo por su fondo, revelaba claramente que la situación política de España salía del confuso y terrorífico cauce por donde la habían conducido los gobiernos predecesores. Este discurso fue saludado con grandes aplausos por muchos diputados, por la prensa, por los partidos medios, por todos los hombres sensatos que aspiraban a ver restablecida en España una era de tranquilidad y de bonanza; y era natural que; al traspasar los muros de la villa invicta, fuese también acogido con el mismo entusiasmo, no obstante tener aún frescas en la memoria las palabras e ideas que el eminente tribuno emitió, con gran disgusto de la mayoría de sus oyentes, en una de sus sesiones de propaganda en Bilbao; palabras e ideas que produjeron más tarde la dislocación de todos los miembros político-sociales de la patria. El discurso, pues, fue leído y alabado por todos los hombres de orden de Bilbao, porque declaraba que el nuevo ministerio venia a mantener la integridad de las leyes, a restablecer el orden público, a salvar la libertad, empleando los medios más enérgicos de combatir la guerra con la guerra:—á sostener la aplicación de la ordenanza militar, inclusa la pena de muerte; á pedir a las cortes autorización para suspender toda clase de garantías, proclamar el estado de guerra en la península, movilizar todas las reservas, organizar el cuerpo de artillería con los antiguos oficiales, y restablecer en todo su vigor la ley de 1822 relativa a la milicia nacional, atacando fuertemente a la demagogia y al carlismo por ser los grandes peligros de que era necesario salvar a la república. Fatigada la opinión por tantos cambios y formas de gobierno, no pudo menos de entrever alguna esperanza en el nuevo programa, á lo que contribuía eficacísimamente el regreso á sus antiguos cuerpos de los pundonorosos oficiales de artillería, desprestigiados en la Asamblea, con insensatez notoria, por el general Córdova. El gabinete Castelar-Maisonave, se presentaba como una garantía de orden, que no solamente merecía el apoyo incondicional de los hombres públicos más caracterizados de España, sino que en el estranjero mismo se participaba de esta general opinión, robustecida además, por considerársele como el último ministerio republicano, a quien sucedería a no dudar, otro de más templadas ideas. Las medidas que dictó a los pocos días de constituirse definitivamente, corroboraron estos supuestos, porque entre otras varias que cambiaban radicalmente la faz de la política hasta entonces seguida, viéronse restablecidas las direcciones militares y colocados a su frente hombres pertenecientes á distintos partidos, si bien algunos de ellos no merecieron el aplauso público. Creaba ejército, fuerza por demás indispensable en aquellos duros trances, y la disciplina militar comenzaba a ser una verdad, formándose causas en averiguación de pasados sucesos y castigándose severamente a los culpables. La Gaceta del 25 de Septiembre publicó los decretos de suspensión definitiva de las sesiones de las Cortes hasta el 2 de enero, del restablecimiento de la ordenanza militar, de la suspensión de las garantías constitucionales y restablecimiento de la ley de orden público de 1870, declarando caducadas todas las licencias de armas, prescribiendo para todos los ciudadanos, sin exención, el uso de cédulas para viajes, y encargando á los gobernadores la adopción de medidas enérgicas contra la prensa que apoyase cualquiera movimiento insurreccional o diese noticias de los mismos, o del movimiento de las tropas del gobierno. Y no se detuvo en estas restrictivas medidas el ministro de la Gobernación, sino que dirigió a los gobernadores una circular en que les manifestaba el pensamiento del gobierno de emplear las medidas más enérgicas para combatir todas las rebeldías, vengan de donde vinieren; les daba reglas para llevar a cabo los arrestos de los complicados en cualquiera conspiración ó desorden, y les facultaba a desterrar por sospecha a las personas que se la inspirasen, a aplicar crecidas multas a los periodistas, a ponerlos a disposición de los tribunales, y a suspender los periódicos que diesen a luz, según los casos, y dada la actitud de los enemigos de la república. Estas medidas eran a no dudar un grandísimo retroceso, un verdadero salto atrás que recordaba, no aquellos tantas veces vituperados y deprimidos tiempos del reinado de D.a Isabel II, sino de los reinados más absolutos de sus abuelos. Nos hallábamos, por lo tanto, en plena dictadura, bajo el peso del más supremo despotismo.

Una comisión oficial salida de Bilbao y llegada a la corte en los postrimeros días de este mismo mes, con el objeto de instruir al gobierno del estado verdadero del país y de la villa, comunicaba telegráficamente a las autoridades que en breve llegarían a ella 1000 hombres armados y equipados, a los que seguirían otros mil, una compañía de artillería de plaza con sus oficiales facultativos y ocho cañones, gran cantidad de pólvora y otros efectos, no siendo posible la remisión de una cañonera como se solicitaba, por no haber ninguna adaptable a las aguas de la ría; pero que se presentaría muy pronto en ella la goleta de guerra Consuelo detrás de la que navegaría otro buque de vapor. No se hicieron esperar muchos días parte de estas fuerzas, porque en la mañana del 30 desembarcaron en el Arenal, procedentes de Santander, 534 mozos de la reserva, armados de fusiles Remington, con algunos pontoneros que completaban las compañías ya existentes; y el día 1° de octubre varios jefes y oficiales facultativos de artillería así como 1100 hombres más que fueron distribuidos para su instrucción entre los batallones del Inmemorial, Segorbe y Alba de Tormes, de guarnición, aunque en cuadro, en la plaza. Con estos refuerzos y con nuevas remesas de municiones que se anunciaban, comenzaron a aquietarse algún tanto los ánimos intranquilos, que habían esperado, aunque en vano y durante un largo periodo, ver realizadas promesas que no se cumplían y que de día en día comprometían más y más la suerte de Bilbao. Los mozos de la reserva fueron inmediatamente instruidos en el manejo del arma; los oficiales facultativos de artillera se hicieron cargo del parque y de las fortificaciones, y el ayuntamiento y diputación, así como las autoridades militares, se reunían con frecuencia, las unas para tratar de asuntos concernientes a su ramo, y los otros para allegar recursos pecuniarios con que atender a los grandísimos gastos que habían causado ya las fortificaciones y otras obras de defensa, así como para las nuevas atenciones civiles y militares que pesaban exclusivamente sobre sus cajas ya exhaustas. Estas obras de defensa fueron objeto de formales controversias entre personas que se decían peritas, sosteniendo unas que no respondían a las necesidades de la plaza, dado el caso de ser atacada vigorosamente, porque en su sentir, eran demasiado formales para un ataque de fusilería, y demasiado débiles y mal emplazadas para resistir el formidable poder de la artillería moderna. Tampoco creían los que así pensaban, que por respetos a la tradición de los gloriosos sitios que esta villa sufrió durante la Guerra Civil de los seis años, se debían haber construido las obras en los mismos puntos en que en aquella época se levantaron, ni que debieran haberse olvidado los montes próximos a Bilbao, como los de Archánda y Ollárgan, desde los que impunemente podía ser batida y arruinada, ni otras obras de defensa que, enlazadas por medio de caminos cubiertos, pusieran a salvo las vidas de sus defensores; porque el nuevo y excelente armamento de que estaban provistos los carlistas, habían hecho cambiar el sistema de ofensa, y causaría numerosas víctimas, quedando a descubierto pasos muy interesantes y frecuentados por las guardias y retenes. Además de estas razones, se exponían otras más contra el sistema de fortificación empleado en una plaza rodeada de altas montañas, que no pocha descubrir al enemigo hasta que llegase a sus mismos muros, los cuales, dominados por todas partes, eran poco defendibles y se hallaban expuestos a ser batidos en brecha desde cualquier punto del campo contrario. Mas como no faltaban muchos optimistas que rebatian estas opiniones con tenaz empeño, apoyándose principalmente en que los carlistas carecían de medios para atacar formalmente a la plaza, y en que su adquisición les sería poco menos que imposible, dejóse al tiempo ser juez de la empeñada contienda que quedó suspendida por el momento. Resolvióse, sin embargo, fortificar a Miravilla, punto el más dominante de Bilbao por su lado S. O.; a Artagan, colina que domina a la meseta baja de Begoña; a la campa de la antigua Glorieta, pegante a la iglesia de San Vicente de Abando; y no se olvidó del importante alto de San Roque, en Portugalete, desde el que hacía tiempo hostilizaban los carlistas a su guarnición. Inmediatamente se comenzó a construir la fortificación de Miravilla, y poco después la de la Glorieta, que fue bautizada con el nombre de la Brigadiera, aumentándose la solidez de las de Mallona y Diente, Solocoéche y Larrinaga, y completándose la línea de defensa con aspilleras. Ni Artágan, ni el alto de San Roque en Portugalete llegaron a ser ocupados por guarniciones del gobierno, no obstante haberse construido un blokaus movible de madera para el primero de estos puntos. Quedaba, pues, Bilbao fortificada poco más o menos como en 1835, sin tenerse en cuenta las observaciones que en aquella época se hicieron por militares peritos y aguerridos, y expuesta a sufrir mayores desastres que los que experimentó en sus tres famosos asedios.

Al paso que Bilbao aumentaba su guarnición y medios de defensa y esperaba por momentos otros muchos de que carecía, veía también que los carlistas aumentaban los suyos para ofenderle, preparándose a sitiarle formalmente. Las ilusiones de los optimistas sobre la carencia de medios de que podrían disponer los carlistas, comenzaron a desvanecerse cuando no tuvieron duda de que los viejos y abandonados cañones de hierro que Andéchaga había desenterrado en Santurce, Algorta y Olaveaga, y utilizado a fuerza de perseverancia sobre Portugalete y el Desierto, iban a ser sustituidos por otros de bronce fundidos en Arteaga, en cuyas ferrerías, no solamente proseguían trabajando con la mayor actividad en la elaboración de otros de diferentes calibres, sino también en la de morteros, balas, armones, cureñas y pertrechos necesarios a esta arma. Para facilitar más estos trabajos, secuestraban de las grandes fábricas de hierro que avecinan a Bilbao, la maquinaria adecuada para ellos, trasladándola a Arteaga, a donde concurrían de grado o por fuerza los torneros, ajustadores, moldeadores y operarios más aptos de estas industrias.

La entrada del general Sanchez-Bregua, en el importante ministerio de la guerra, inspiró grande confianza a los partidarios de la república. Nadie como él conocía la preponderancia de los carlistas en las Provincias Vascongadas y Navarra, el estado de efervescencia que las agitaba, y los medios materiales con que contaban para continuar y hacer duradera la guerra. Acababa de abandonar el mando del ejército del Norte para empuñar las riendas de aquel ministerio, y de suponer era que prevaleciesen sus opiniones en el seno del gabinete siempre que de este importante asunto se tratara. Esta confianza que inspiraba el general republicano, aumentó más todavía desde el momento que publicó la Gaceta el nombramiento del general Moriones para sustituirle en el mando interino que acababa de dejar. Este general venía precedido de la fama que alcanzó en el célebre combate de Oroquieta, de su actividad para perseguir a las facciones en 1872, y de sus conocimientos especiales de la provincia de Navarra, de la que era natural, y en donde habitaban sus parientes y deudos. El 21 de septiembre por la mañana, después de haber oído misa a campo raso con su división de 12000 hombres en el campo de Arana, salió de Vitoria con dirección a Salvatierra. En el momento que se ponía a su frente, dirigió a sus soldados la siguiente orden del día, y a los pueblos, el bando que la sigue:

Decia asi la orden:

«Soldados del Norte: compañeros. Vuelvo a verme entre vosotros como el padre al lado de sus hijos. Siento que la fortuna se os haya mostrado veleidosa, pero de hoy más, estad seguros de que nos sonreirá propicia. Tened muy presente que los ejércitos que conservan la más severa disciplina, son los que constantemente llevan escrita en sus banderas la victoria. Esto debe bastaros para comprender que seré inexorable en exigir de todos el más exacto cumplimiento de sus deberes, y cualquiera que sea el que falte, sobre él caerá todo el rigor de la ordenanza. Vamos a defender la república porque es nuestro deber obedecer al gobierno constituido por el acuerdo de la Asamblea, así como también lo es sostener y levantar a la mayor altura posible la honra y gloria del ejército.— «Vuestro general, DOMINGO MORIONES.

El bando decía de este modo:

«D. Domingo Moriones y Murillo, teniente general etc. etc. En uso de las facultades de que estoy investido, hago saber: Los párrocos, curas, alcaldes y municipios de los pueblos de las Provincias Vascongadas y Navarra que no tengan guarnición, en cuanto tengan noticia de la aproximación de las tropas, se presentarán a los jefes comandantes de las mismas adelantándose a su entrada a la distancia de 300 metros, incurriendo en caso de omisión y desobediencia en la severidad de las leyes de la Guerra y Bando de 23 de Marzo último en su art. 1.° cuyo exacto cumplimiento reitero.

Los alcaldes de los pueblos de la provincia de Navarra que no hubiesen presentado los cupos correspondientes a los mozos de la reserva, lo verificarán en la capital y Tudela en el improrrogable plazo de 15 días a contar desde la publicación de este bando, quedando sujetos en otro caso al rigor de las leyes; y los padres y guardadores de los mozos a la responsabilidad que establece el art. 3.° de la ley de autorizaciones concedidas al gobierno de la República en 13 del corriente mes, para adoptar las medidas extraordinarias de guerra, siendo además declarados prófugos, sin que en ningún tiempo, cualquiera que sea el transcurrido, ni circunstancias pueda eximirse del servicio en el ejército de la Península ó en los de Ultramar.

Cuartel general de Vitoria 21 de Septiembre de 1873. -- MORIONES.»

Esta proclama revelaba suficientemente los desastres de Monreal y de Eraul y alguna indisciplina en el ejército puesto a sus órdenes, así como el recuerdo de las facciones de 1872, más fáciles de vencer en realidad que las de 1873, ya aguerridas y organizadas. Pronto debió comprender esto último el general, porque si bien su primer movimiento fue enderezado a salvar; Tolosa del estrecho y penoso sitio en que la tenía Lizárraga, y en la que penetró acompañado de las fuerzas del valiente y activo brigadier Loma, no por eso pasó desapercibido a su vista que los carlistas se retiraron con el mayor orden, y que sino libraron batalla, no fue porque le temieran, sino porque disintieron de esta opinión algunos de los jefes más principales. Sus esperanzas de conducir a la victoria a las tropas que mandaba, según el arrogante tono de la proclama, debieron también quedar algún tanto en suspenso tan pronto como resolvió dirigirse sobre Estella, á donde supo que Dorregaray y Olio acudieron con sus batallones y cuatro piezas de artillería, así que se persuadieron de este intento: y desvaneceríanse todavía más, cuando reforzado su ejército con duplicada artillería, mandada ya por oficiales facultativos a quienes recibió con la mayor cordialidad, y mayor número de tropas de infantería, observó que los carlistas con su rey a la cabeza, reconcentraban las suyas en Estella, como en son de desafío y de anhelo de reñir con él una fuerte batalla. No se hizo esperar ésta muchos días, y el 6 de Octubre por la mañana se batían uno y otro ejército en las posiciones de Santa Bárbara de Mañera, término de Puente la Reina. El parte de esta acción dado por el general en jefe republicano, decía textualmente que comenzó a las 9 y terminó a las 4 de la tarde; que las facciones, después de empeñados y sangrientos combates fueron arrojadas de todas sus posiciones y castigadas duramente; y que, comprendiendo que durante la noche tratarían de picarle la retaguardia para reponerse de la derrota que habían sufrido, emprendió su retirada; Puente la Reina, donde se detuvo. No produjo el mejor efecto este parte en los círculos de Madrid ni de las Provincias, porque el ministro de la guerra conferenció por telégrafo con el general, pidiéndole es tensas explicaciones sobre el hecho de armas, cuyos favorables resultados para la causa del gobierno quedaron al fin muy en duda. Lo cierto fue que el pretendiente con 16 batallones se situó en Estella, Mañeru y Ciráuqui, proclamando por medio de su prensa y de sendos repiques de campanas, la victoria que habían alcanzado sus tropas; que el general Moriones se replegó a Tafalla, donde permaneció enfermo algunos días; que se trató de darle un sucesor en el mando de las tropas que mandaba; y que, puesto al frente#de estas el general Primo de Rivera durante la enfermedad del general en gefe, éste pidió refuerzos al gobierno, si como era su intento, había de ganar a Estella. El general Moriones conoció otra vez más que sus enemigos no eran aquellos que tan fácilmente vencía en 1872.

Nada satisfactorias eran estas noticias que cuidaban los carlistas de pintar con los más exagerados colores; y aunque los habitantes de Bilbao, de genial alegre y bullicioso, celebraban en el Arenal la histórica y célebre romería de San Miguel de Basáuri, dando expansión al ánimo, ya que no soltura a sus miembros en aquellos campos para ellos tan felices, no dejaban de comprender que su situación se hacía cada día más penosa y grave. Incomunicados por tierra; sin correos y correspondencias que solo recibían por mar en períodos de 4 ó 5 días; hostilizados desde las alturas vecinas hasta el punto de no poder transitar sin riesgo de la vida por algunos de sus principales paseos; amagados por fuerzas carlistas que con Don Carlos a la cabeza se paseaban tranquilamente por el país, aproximándose a los mismos muros de la villa, y viendo en lontananza un porvenir preñado de disturbios y conmociones que alejaban la paz que tanto ansiaban, no era de extrañar que su corazón altivo y fuerte por naturaleza, desmayase algún tanto dentro del encierro a que se les había reducido. Que nada hay más triste para pueblos laboriosos é inteligentes, como privarles de su libertad y de sus afanes, y arrancarles de cuajo sus inveterados hábitos y costumbres.

Corrían los primeros días del mes de octubre cuando en la villa de Durango se hallaban reunidos D. Carlos y su padre D. Juan, recién llegado de Francia, Saballs, Dorregaray y algunos otros personajes carlistas. Pocos días antes, estos mismos personajes habían celebrado conferencias en la villa de Vergara, no trasluciéndose, a pesar de lo extraño del suceso, la causa que las motivaba. La codicia de la prensa por adelantarse a propagar noticias, dio rienda suelta a su facundia, revistiendo este suceso con apariencias más o menos verosímiles, hasta que el tiempo se encargó de aclarar el significado de la entrevista que D. Juan celebró con su hijo. Tratóse en ella, según los informes más autorizados, de dar a Cabrera la dirección de la guerra y de los negocios políticos, ensanchando en sentido más liberal el círculo de los principios que se defendían con las armas en la mano, para lo cual, el elemento cabrerista, separado en su mayoría y parte más influyente de la causa que se debatía, prestaría todo su apoyo, sus fuerzas y sus caudales. No debió satisfacer la proposición a aquellos personajes, y menos aún a D. Carlos, que como era sabido, no tenía hacia el antiguo guerrillero tortosino las aficiones de su abuelo, no obstante haber sido una de las más brillantes, sino la primera figura de la causa carlista, porque a los pocos días de comenzadas las conferencias, vióse a D. Juan tornar a Francia. Pasó la frontera sin séquito, como un simple particular, y sin que los periódicos carlistas apenas se ocupasen del misterioso viaje de este personaje, ni de las conferencias celebradas.

Por este tiempo y después de visitar D. Carlos nuevamente á Guernica, Bermeo, Durango, Lequeitio y otros pueblos de Vizcaya, desembarcaba un bergantín goleta en el segundo de estos puertos, 600 cajas de municiones y equipo para los carlistas, tabaco, bacalao y otras mercaderías, sin que un solo buque del estado cruzara por las continuamente abandonadas costas cantábricas; derribaban uno de los arcos del magnífico puente de Bolueta, inutilizando esta principal vía terrestre de Bilbao, la única que por este lado le quedaba desde que el ferrocarril de Bilbao a Tudela suspendió su tráfico y movimiento; batían a Portugalete durante 5 días consecutivos desde Campanzar, San Roque, Molino de Viento y Sestao, aproximándose hasta el pié de sus muros, y la guarnición de Bilbao verificaba una salida al alto de Santo Domingo con el objeto de que los ingenieros militares practicasen por esta parte un reconocimiento para situar el blokaus de Artágan, y construyesen más obras de defensa. Formó la columna de reconocimiento a las 9 de la mañana del 13 en el Arenal, constando su fuerza de 280 guardias torales, una compañía de carabineros, otra de guardia civil, otra de movilizados, otra de ingenieros, la contraguerrilla de Abasólo, un escuadrón de caballería y una sección de artillería; en junto 900 hombres mandados por el brigadier Ansótegui a quien acompañó el coronel de artillería facultativo Sr. Macanáz. Treparon la empinada montaña sin ser apenas molestados por los carlistas, que solo sostuvieron algún fuego de guerrilla; y mientras los ingenieros, a cuyo frente caminaba el capitán del cuerpo Sr. Mariátegui, se ocupaban de su objeto y hacían volar con dinamita el mirador de Quintana situado en la misma cúspide del monte y que servía de punto de avanzada a sus enemigos, éstos, avisados rápidamente y a favor de una espesa niebla que en aquellos momentos se extendía, acudieron al lugar del combate desde Dério, Galdácano y Arrigorriaga, con fuerzas superiores. Terminado el objeto que se propuso la columna salida de Bilbao, se retiró a la plaza después de sostener un fuego bastante nutrido con los carlistas, pero no sin que estos la hostilizaran duramente en el descubierto y de mal descenso cerro de Santo Domingo, donde tuvo dos muertos, 9 heridos y un extraviado, consistiendo la pérdida de los carlistas en 4 ó 6 muertos, entre ellos el comandante de armas de Munguía, llamado por sobrenombre Chorie, y 16 ó 20 heridos y un prisionero. La guardia foral que sostuvo el principal choque, se condujo con notable bizarría. Este hecho de armas en que los carlistas vizcaínos que bloqueaban a Bilbao recibieron el bautismo de la pólvora, fue impreso de orden de Andéchaga, que a la sazón desempeñaba ya el cargo de comandante general de Vizcaya, y dado por orden del día del coronel Fontecha, jefe del batallón denominado de Bilbao. Su contenido era el siguiente:

Orden del día 15 de Octubre de 1873 en Galdácano.—El Excelentísimo Sr. Comandante general de esta provincia D. Castor de Andéchaga me dice en oficio de fecha de ayer lo que copio. Con profunda satisfacción he recibido su último oficio fecha 13 del actual en el que me comunica el resultado obtenido en el brillante combate de Santo Domingo. Estoy muy satisfecho de la conducta de esos jóvenes soldados y espero que en adelante seguirán la marcha que ayer emprendieron al recibir el bautismo de sangre juntamente con una victoria. Siento en el alma la muerte del valiente capitán Sr. Bustingorri y recomiendo a la Iltma. Diputación y al rey los dos huérfanos cadetes en el colegio de Orozco. Ya he puesto en conocimiento de la superioridad el triunfo por ese batallón conseguido al que puede V. S. hacer presente mis plácemes. Una cosa quisiera recomendarle y es, que recojan si es posible las cápsulas de los cartuchos vacíos, pues esa cascarilla se carga segunda vez con facilidad en Eibar y por más que ahora estemos abundantes de municiones, bueno es no desperdiciar nada. Le repito mis gracias y ruego a Dios conserve a V. S. muchos años.— Arrigorriaga, 14 de Octubre de 1873.—El brigadier comandante general de la provincia, Castor de Andéchaga.»

Lo que me complazco en publicar en la orden de este día para que llegue a conocimiento de todos los individuos de*este batallón y vean y comprendan el concepto que con su conducta han sabido adquirir y el cariño que han sabido granjearse de la autoridad militar superior del Señorío.—¡ Voluntarios: constancia y valor, disciplina y subordinación, y el triunfo es seguro donde quiera que nos presentemos a combatir a los soldados de la impiedad, a los enemigos de nuestra patria, y en una palabra a los seides de esa asquerosa mal llamada república española. ¡Voluntarios; seremos invencibles combatiendo y gritando siempre al entrar en fuego contra nuestros enemigos; viva la religión: viva España: viva su rey legítimo el Sr. D. Carlos VII! —El coronel, José Seco Fontecha.

Hecho el reconocimiento ya dicho por las tropas de la guarnición de Bilbao, creyóse que el punto de Artágan, situado bajo la eminencia de Santo Domingo, sería inmediatamente fortificado; pero no fue así, por creerlo inconveniente las autoridades militares superiores, cometiéndose una grave falta, al decir de las personas peritas, con abandonar tan excelente posición al enemigo, que cada día estrechaba más y más el bloqueo. No se dormía éste en su tenaz empeño de entorpecer la ría, cuyas dos orillas, no solamente se hallaban ya seriamente atrincheradas y defendidas por buenos tiradores encargados de hostilizar sin descanso a los vapores de guerra y mercantes que la cruzaban, sino que buscaba los medios de incendiarlos y hacerlos volar, en particular al Buenaventura, estacionado frente a Portugalete, que con sus disparos le causaba graves daños y le impedía todo aproche a sus muros débilmente fortificados. Al efecto, en la bajamar de la noche del 15 soltó un enorme brulote, que atizado por el viento, levantaba una enorme y amenazadora llama, iluminando un grande espacio. Este infernal aparato no produjo daño alguno, porque arrastrado por la corriente que forma canal casi en el medio de la ría, pasó a bastante distancia de la goleta Buenaventura, para ser hecho pedazos tan pronto como salió de las puntas de los muelles y penetró en la mar. Atribuyóse la invención, y no sin fundamento, al ex-comandante de marina del vapor de guerra Consuelo Sr. Patero, que se pasó al campo enemigo en el mes de julio, y que la preparaba hacía tiempo en la ria de Asua, donde acumulaba pertrechos apropiados para el objeto.

Seguían los carlistas hostilizando a Portugalete desde los altos que le circuyen, y era cosa sabida que Andéchaga, así que se encargó del mando de todas las fuerzas existentes en Vizcaya, por hallarse ausente su comandante general Velasco que con su división se trasladó a Navarra para aumentar el ejército que desde Estella desafiaba el poder del de Moriones, prosiguió en su firme pensamiento de apoderarse de aquel puerto. Fortificó a Campanzar y San Roque por la orilla izquierda, y las alturas de Lamiaco y Lejona por la derecha, colocando en ellas tres cañones de hierro para disparar sobre la plaza y sobre los buques. Fortificó también las alturas de Santa Marina que dominan el puente de Bolueta, ya cortado, y el antiguo camino de Castilla, y se trasladó a Durango; conferenciar con la Diputación a guerra sobre urgentes asuntos del servicio, y sobre sus grandes altercados con Velasco, corriéndose en seguida por algunos puertecitos de la costa, precisamente en los momentos en que, con repetido escándalo, ocurría el varamento, o quema, o mejor dicho, el alijo de armas y otros pertrechos en Ondárroa, de los vapores Susanne y Ville de Bayonne, salidos del puerto de este nombre sin que las autoridades francesas les pusieran el menor embarazo, no obstante presenciar el contrabando de guerra que cargaban, por declarar en sus papeles supuestos viajes a Amberes, cuando era notorio que aquel material se destinaba a las costas vascongadas. Al propio tiempo que esto acontecía, ordenaba Andéchaga, bajo las penas más severas, que suspendieran por completo sus trabajos las únicas compañías inglesas constructoras de ferro-carriles de la orilla izquierda del Nervion, a quienes por una gracia especial hasta entonces se los había tolerado; con lo cual, y con el riesgo de perder la vida que corrían los operarios por causa de los fuegos de fusil y de cañón que por aquella parte se repetían sin descanso, abandonaron sus tareas y se ausentaron. Ordenó también Andéchaga el destierro de personas afectas a la causa liberal que habitaban varios pueblos del interior del país, un nuevo reclutamiento de mozos rezagados y dados de baja por diferentes causas, el desentierro de los cañones viejos de hierro que en los desmantelados fuertes de Algorta y Santurce se colocaron durante la Guerra de la Independencia, y que todo el material de bronce que fuese hallado en las fábricas o en edificios particulares, se trasportara inmediatamente a la fundición de cañones de Arteaga.

Sucesos de otro orden, aunque no de menos importancia, ocurrían dentro de Bilbao entre las autoridades civiles y militares que resignaban sus puestos, ya porque las medidas que tomaban no producían sus naturales efectos, ó porque su prestigio comenzaba; gastarse. Al gobernador D. Luis León, vecino de Bilbao, que ejercía este cargo desde la proclamación de la república, le admitía el gobierno la dimisión que en repetidas ocasiones le había presentado; y al comandante general de Vizcaya, D. Toribio de Ansótegui le reemplazaba con el mariscal de campo D. Ignacio María de Castillo, que el día 11 de noviembre penetró en la plaza saludado por descargas de fusilería carlista en el tránsito de Portugalete a Olaveaga, en donde desembarcó del vapor Oscar. El brigadier Ansótegui debió en parte su desaparición de la escena de la guerra, a un elemento nacido dentro de la plaza que le combatía con excesiva intolerancia. Cierto es que hizo poco que revelase aquellas dotes de su juventud y aun de su edad viril, cuando con un puñado de valientes sorprendía a sus enemigos en estas ásperas montañas y les castigaba severamente; pero es cierto también que le abandonó el gobierno, no proporcionándole los refuerzos de hombres y de otros elementos que le había prometido para combatir al carlismo, muy potente ya cuando tomó por segunda vez posesión de su mando. Sano de corazón, poco avezado en intrigas sutiles, cansado ya por sus muchos años, achacoso, y sin aspiraciones de medros personales, vio venir su relevo con la tranquilidad del hombre que creía haber cumplido con su deber. Sus amigos, que eran muchos, recordaban los importantes servicios que había prestado en la Guerra Civil de los seis años y en el levantamiento carlista de 1871; y no dudaban que si hubiese dispuesto de bastantes fuerzas cuando le relevó en el mando el general Lagunero, no se hubiera robustecido el carlismo con tanta rapidez, ni acaso en Vizcaya ardería la guerra civil.

Precedía a su sucesor cierto renombre que le hacía simpático a los ojos de los bilbaínos. Conocía algún tanto el país porque en 1871 persiguió a los carlistas en Guipúzcoa y Navarra mandando una brigada: traía orígen del cuerpo de ingenieros militares, y sus antecedentes políticos, templados y poco conformes con el espíritu de la revolución de 1868, aumentaban la confianza que buscaban los hombres de orden en sus autoridades militares y civiles. Tomó posesión el día 12 de noviembre, y recibió en el salón del teatro, gobierno militar provisional, a los jefes y oficiales de todas las armas é institutos que guarnecían a Bilbao.

Cinco días antes de que Vizcaya viera a su frente; su nueva autoridad militar, se daba el célebre combate de Montejurra, que tanto ocupó a España y que tan controvertido fue. La primera noticia de este hecho de armas se comunicó desde el campo carlista y se dio a luz en un parte impreso en Bayona, que llegó; Bilbao en pocas horas por un vapor salido de aquel puerto. Era tan grave su contenido, que desde luego se le creyó exagerado, a pesar de estar suscrito por el alcalde de Miranda de Arga, pueblo cercano a Lárraga y distante cinco leguas de Estella, y haberle acogido en sus columnas la mayor parte de los grandes periódicos de París. Su contenido decía de este modo:

«Ayuntamiento de Miranda.—Con esta fecha dirijo a la Junta de Navarra el importantísimo despacho siguiente:—Gran victoria. El combate ha comenzado a las 6 de la mañana en el monte Oteiza. Primo de Rivera muerto. Moriones herido y prisionero, así como 6 oficiales superiores, 35 subalternos y crecido número de soldados, entre ellos 150 quintos del regimiento de Arlabán. Hemos cogido cuatro cañones y muchos fusiles. La caballería ha decidido en gran parte la victoria, apoyada por el segundo batallón de Navarra. Nuestras pérdidas son sensibles: Pérula y otro oficial superior muertos y Radica gravemente herido. Ollo herido también en un brazo. Recomiendo a V. la publicación de este despacho que envío con un expreso a S. M. la reina a Burdeos. Dios guarde a V. muchos años.—Miranda 7 de noviembre de 1873.—De orden del comandante general, Ollo.—El Alcalde, Máres.»

Esta noticia que produjo su efecto en los primeros momentos, fue inmediatamente desmentida; mas no por eso se creyó en el triunfo de las tropas del gobierno. Los carlistas, sin embargo, la tradujeron en victoria y la anunciaron en todos los pueblos del territorio vascongado con estrepitosos dobles de campanas y hojas impresas,abundantemente repartidas en ellos. Los estratégicos imparciales que estudiaron este movimiento en todos sus detalles, reconocieron que sin ser una derrota para la causa del gobierno la acción de Montejurra, tampoco fue una victoria; porque el general que concibe un plan y no lo termina satisfactoriamente, antes por el contrario, se retira de las posiciones ganadas al enemigo, declara su impotencia o su impericia. En la acción de Montejurra se descubre que el objetivo del general Moriones era apoderarse de Estella; que para conseguirlo empeña en octubre el combate de Puente la Reina, atacando la posición por el E; que rechazado, y un mes más tarde, marcha de flanco hasta Tafalla, cambia de frente y avanzando hasta los Arcos, ataca a Estella el 7 de noviembre por el Sur; que conquista las primeras y más principales posiciones: que permanece en ellas dos días, y que se retira a las que ocupaba antes del ataque, abandonando el campo conquistado, del que inmediatamente se posesionó el enemigo, para no volver a ser hostilizado. Todos estos movimientos, sin obtener el resultado apetecido, valió una fuerte censura al general Moriones, porque si no tuvo suficientes fuerzas para desalojar a sus enemigos de las formidables posiciones atrincheradas que ocupaba, era vano que demostrase arrojo y valor conquistando solamente las de Barbárin, Lúquin, Otéiza y otras de las derivaciones de Montejurra; y si las tuvo y no logró su intento declarándose en retirada, daba a entender que la suerte no le había sido propicia. El resultado, pues, de esta jornada en que se derramó mucha sangre, fue para los carlistas un verdadero triunfo, porque siguieron ocupando a su ciudad santa desde donde tremolaban su pendón de desafío, como después del ataque de Ciráuqui. Moriones pidió de nuevo el relevo trasladando todo su ejército a los Arcos, donde se detuvo reparando los daños que había sufrido y esperando refuerzos que no le llegaron. Y por tercera vez, y esta vez más claramente, debió comprender que los carlistas constituían ya un verdadero ejército dirigido y organizado por inteligencias nada vulgares ni inexpertas. Al general Elío le valió esta acción el tercer entorchado.

Estos combates dudosos para los defensores del gobierno, entibiaban sus ánimos y sus esperanzas, al paso que exaltaban los de los carlistas, que por doquier que tendían la vista descubrían ventajas para sus armas. En Guipúzcoa, Loma, aunque batía a Lizárraga y a otros jefes tan pronto como les descubría, seguro estaba de que muy pronto le sería imposible con sus cortas fuerzas contener el impulso de las grandes masas que atrincheradas se le oponían cuando se proponía socorrer a Tolosa; y en Álava, Llorente, tomaba a Laguardia, y recorrían otros cabecillas impunemente todo el territorio.

Una circular sin fecha, pero publicada en los comienzos del mes de octubre, suscrita por el corregidor de Vizcaya D. Lorenzo de Arrieta Mascárua, dando instrucciones a los fieles o alcaldes de todos los pueblos del Señorío sobre la organización de los tribunales y administración de justicia con arreglo a fuero, introducía en el país la perturbación más lastimosa. Sabido es cómo se regía Vizcaya en materia tan delicada antes del establecimiento de los Juzgados de primera instancia, y es por demás sabido también la imposibilidad del ejercicio de dos tribunales de justicia dentro de un mismo territorio sin producir los males más profundos en las familias, en los litigios pendientes y en los fallos de los nuevos jueces. Con la reivindicación de los antiguos tenientes corregidores de Durango, Guernica y Encartaciones que entendían dentro del término de su demarcación foral de todos los asuntos civiles y criminales, venía el carlismo a echar por tierra un régimen que, aceptado por el país y por sus Juntas Generales desde 1844, era reconocido como más rápido y menos sujeto a deplorables sustanciaciones que el seguido hasta aquella época. Este acto manifestaba de nuevo, que el partido carlista persistía en su idea de que los antiguos fueros, con todos sus defectos y anomalías, fuesen restituidos a Vizcaya en toda su integridad, a pesar de haber reconocido en diferentes épocas sus hombres más importantes, la imposibilidad de poner en práctica muchas de sus leyes, en desuso desde lejanos tiempos

Velasco penetraba en Vizcaya después de haber fogueado su división en Montejurra, cuando Andéchaga atacaba de nuevo a Portugalete, no solo con los batallones que por sus alrededores tenía apostados, sino con una pieza de cañón, que, colocada en batería bajo la iglesia de Sestao, enderezaba sus tiros; los buques Buenaventura y Ferrolano fondeados entre muelles. Esta novedad que llamó la atención de las fuerzas que guarnecían aquel puerto y la de los comandantes de los dos buques de guerra, dio por resultado que cañonearan uno y otro a Sestao, hasta apagar el fuego del cañon carlista, y que, comprendiendo la autoridad militar superior el intento que había de atacar con mayores medios a Portugalete, dispusiera reforzar sus defensas y guarnición, para lo cual el día 20 de noviembre trasladó desde Bilbao en los vapores de guerra Ferrolano y Gaditano, las fuerzas restantes del batallón de cazadores de Segorbe que existían en esta plaza, una escuadra de ingenieros militares con su teniente, municiones de cañón y de fusil y otras clases de pertrechos de guerra y boca. Al siguiente dia vió Bilbao, con no poca satisfacción suya, desembarcar en el muelle del Arenal 130 artilleros de plaza con 6 oficiales facultativos, gran refuerzo en aquellos momentos que comenzaban a ser críticos..


  1. He aquí de qué modo anunció la Diputación a guerra de Vizcaya este suceso.

    «Esta Diputación ha recibido en el día de la fecha de la Comandancia general del Señorío, las siguientes noticias, de carácter oficial.

    El fuerte de Estella, después de una tenaz resistencia, se rindió en la noche del 24 a las tropas Reales, en cuyo poder cayeron 600 prisioneros, 1500 fusiles y gran cantidad de municiones de guerra y boca, habiendo sido reducido a cenizas dicho fuerte después de su rendición.

    La columna republicana Loma que opera en Guipúzcoa, ha sufrido una derrota completa en las dos acciones consecutivas que el Sr. Aizpurua sostuvo con ella, en los días 19 y 20, obligándola á dispersarse y persiguiéndola hasta las puertas mismas de Rentería.

    La guarnición de Salvatierra se retiró ayer a Vitoria.

    El Príncipe de la Iglesia, Excmo. e lltmo. Sr. Obispo de Urgel llegó el 22 al Cuartel Real y se halla ya desempeñando el elevado cargo de Capellán Mayor de S.M. el Rey Nuestro Señor (Q.D.G.)

    Todo lo que esta Diputación manda publicar inmediatamente para conocimiento y satisfacción del país.

    Villaro 29 de Agosto de 1873.»

  2. Posteriormente se llamó el «Cuartel Real» y se imprimía en Estella, donde todavía se publica.

  3. He aquí la forma en que se dio a conocer al país la constitución definitiva de la diputación a guerra.

    "VIZCAÍNOS: La suscrita Diputación general, única representación legítima de este Señorío, tiene hoy la inmensa satisfacción de Henar uno de sus más gratos deberes, al dirigiros su cariñosa voz, participándoos que acaba de constituirse en el "Campo del honor," poniéndose al frente de vuestra pública Administración, bajo la blanca y Santa bandera de la legitimidad, donde se halla escrito el glorioso y consolador lema de Dios, Patria, Rey y fueros, defendida con esforzado brío por los valientes y leales hijos de este ilustre solar, a quienes esta corporación saluda con todo entusiasmo por su heroísmo, así como a sus compañeros en armas los bravos voluntarios de sus queridas hermanas y Navarra, Cataluña y otras Provincias de la Nación.

    VIZCAÍNOS: Conocidos son en el País los miembros que forman vuestra Diputación general; y se complace la misma en aseguraros que procurará la mayor pureza en todos los ramos de la Administración, defendiendo con inquebrantable decisión y constancia los santos principios que todos sustentamos, y os anuncia que en las relaciones oficiales que tengáis que mantener con esta Corporación, y aun en la esfera confidencial, hallareis como en otros tiempos el afecto y cariño que una buena madre sabe profesar a sus hijos, sirviendo empero de norte y guía de sus actos la recta administración de justicia, basada en la equidad, tanto para la resolución de las diferencias que susciten los pueblos entre sí, como con los particulares. Y quisiera haceros entender que si vuestra autoridad foral reconoce como su primera y más apremiante obligación el atender con el esmero posible a las necesidades perentorias de vuestros hijos en campaña, cree a su vez tener derecho á exigiros que la secundéis lealmente en sus nobles propósitos, prestándola el apoyo y cooperación que ha menester para superar las dificultades que las circunstancias de actualidad la ofrecerán en su marcha, obedeciendo y dando exacto cumplimiento a las órdenes que emanen de esta Diputación general.

    Así lo espera de vuestra lealtad, de vuestros sentimientos religiosos, de vuestro acendrado fuerismo y de vuestra profunda adhesión a la causa de la legitimidad.

    Viva la Religión.

    Viva el Señor de Vizcaya el Rey D. Carlos VII.

    Vivan los fueros.

    Villaro 17 de Agosto de 1873 . — LORENZO DE ARRIETA MASCÁRUA . — PEDRO Mª DE PIÑERA .— ALEJANDRO DE ANTÚÑANO . — JOSÉ ANTONIO DE OLASCOAGA, Secretario
  4. Presentamos como muestra los dos documentos que siguen:

    Notorias son las victorias que en todas partes obtienen las armas del Rey N. S.; nuestros triunfos se cuentan por batallas. Los asuntos de Valencia, Aragón y Cataluña caminan tan favorablemente quo apenas puede creerse, conocidos los medios con que hasta ahora había contado la impía revolución. Cantavieja, la célebre ciudad valenciana en el Maestrazgo que tan útil fue; nuestra causa durante la pasada guerra, se halla ya en poder de las fuerzas Reales, habiendo quedado prisioneras tres compañías del ejército republicano que la guarnecían.

    La columna, también republicana, que operaba en Mora Rubielos al mando del cabecilla teniente coronel D. Lesmes Peralejo y compuesta de 138 individuos del regimiento de infantería de Almansa, ha sido copada por completo. Acosada por los bravos voluntarios del Maestrazgo hasta las inmediaciones de la Iglesia se vio en la necesidad de parapetarse en este pueblo; mas excediéndose a sí mismas nuestras tropas y atacándolos a la bayoneta, los hicieron rendir, horadando las casas, cada una de las cuales puede decirse que era un verdadero fuerte.

    Sagunto, Villar del Arzobispo, Losa del Obispo y otras poblaciones reciben al ejército Real con las mayores demostraciones de contento, preparando festejos que nacen de una voluntad franca y decidida por el triunfo de nuestra blanca bandera; y algunos, hasta hacen entregas de cantidades en concepto de anticipo por contribuciones. Dicese, y se tiene por seguro, que nuestras tropas han entrado en la ciudad de Castellón de la Plana. Nada tendrá esto de particular, pues según correspondencias de «El Diario Español» el 28 del mes último se hallaban reunidas en Oriols, provincia de Castellón, todas las fuerzas Reales del Maestrazgo, en número de 5,000 hombres.

    Logroño. Según leemos en «La Gaceta Popular,» el gobernador de Logroño transmitió hace días al Gobierno un telegrama, por el que participa que la guarnición de Viana se había rendido; los carlistas, entregando a las dos de la tarde, los fuertes después de dos días de resistencia. Morella se halla seriamente amenazada, a decir de los periódicos republicanos y liberales, por las columnas carlistas fuertes de 3,500 hombres, que bloquean dicha ciudad.

    Por último, en todas partes es considerable el aumento del Ejército Real: cada día aparecen nuevas partidas dispuestas a morir o vencer. En las cercanías de Lucena una nueva de 200 hombres y otra de 100 en el término de Vals de Alcora. Otra en Aboit, provincia de Alicante. En Villanueva de Alcolea (Valencia) se ha secundado animosamente el movimiento carlista. Lo propio sucede en Ruzafa, Pinedo, Sila y otras poblaciones. En Pesquerinos (Avila; otra que se dirige al Escorial. En Elche (Alicante) otra de 300. Badajoz dá también su contingente. Sobre Chelva se dirige una columna de nuestro Real Ejército fuerte de 1,500 hombres que es engrosada a cada naso por los diferentes pueblos del tránsito con numerosos voluntarios que se presentan diariamente.

    Toledo. El valiente D. Antonio Merendon ha batido la columna del cabecilla republicano teniente coronel del regimiento de España Jiménez, poniéndola en completa dispersión en el llano y olivares de Malagon y la «Morra,» matándole caballos, jinetes y cogiéndole monturas, capotes y otros efectos.

    Y la Diputación general se apresura a dar la conveniente publicidad a estos importantes hechos para satisfacción de los leales habitantes y voluntarios de este noble Señorío.

    Villaro 5 de Setiembre. Por orden de la Diputación General, Jose Antonio de Olascoaga, Secretario

  5. La Diputación Foral de este Señorío de Vizcaya ha recibido de la Comandancia general del mismo, un traslado de la comunicación que el Excmo. Sr. General, jefe de Estado Mayor general, le dirigió con fecha 31 de Agosto próximo pasado, cuyo tenor es el siguiente:

    «El 22 rechazamos ligeramente a Villapadierna en Allo, pero no se atrevió a atacarnos al ver nuestras fuerzas y se mantuvo en el llano, al apoyo de sus 900 caballos y cañones Krupp. Para reforzarlo y socorrer a Estella hizo el Gobierno venir de Zaragoza cuatro batallones con el Capitán General Santa Pau, que llegó el 21 por el camino de hierro a Lodosa y el 25 por la mañana vino a atacarnos. Se empeñó la acción con vivacidad. Cargaron los nuestros a la bayoneta y los hicieron correr hasta ponerse detrás de los caballos, que no podíamos nosotros atacar. Sus pérdidas han sido muy graves, quedando en nuestro poder bastantes heridos y un teniente coronel y 13 o 14 individuos de tropa prisioneros.

    Nuestra pérdida es muy corta, cinco muertos y 15 heridos. Solamente tres oficiales heridos y uno ha muerto. La acción duró muy poco, porque a luego de bien empeñada, se dio la carga a la bayoneta, que la concluyó. La noche anterior, a las nueve y media se entregó el fuerte de Estella. Antes de ayer vinimos de Estella para ver si quería acercarse un poco a nosotros el Sr. Santa Pau, pero no ha querido, y al contrario se ha alejado un poco...

    Sabrá V. tal vez que el Gobierno revolucionario de Madrid ha enviado una orden con el carácter de «reservadísima,» mandando que a todos los mozos que se consideren carlistas, los cojan por fuerza y los lleven a Zaragoza y se supone que desde allí les dirigirán a Cuba. Prevéngalo V. en todo el Señorío, para que si los llaman, no acudan y huyan de los pueblos a donde vayan columnas»

    Lo que la Diputación ha considerado conveniente anunciar al público para su satisfacción, tanto el parte de la acción librada por las tropas Reales con la columna del general enemigo Santa Pau, como por vía de advertencia o prevención a los mozos del Señorío la orden reservadísima a que se refiere el último párrafo del precedente traslado, si bien los jóvenes del país no tengan necesidad de esta prevención para huir de las columnas republicanas, aún dado el caso no probable de que vuelvan a pasar por los pueblos de este ilustre solar.

  6. El Excmo. General, Comandante General de este Señorío, se sirvió remitir a esta Diputación con fecha de ayer para su publicación la orden general que el día 24 del actual dirigió; los voluntarios cuyo tenor es el siguiente:

    ORDEN GENERAL DEL DIA 24 DE AGOSTO

    VOLUNTARIOS: Vuestros compañeros que militan bajo las inmediatas órdenes del intrépido é inteligente Brigadier D. Castor Andéchaga, han conseguido el día 22 del actual una victoria gloriosísima sobre las huestes republicanas que, después de diez horas de un horroroso fuego de fusilería y cañón, tuvieron que retirarse a Bilbao sin haber conseguido desalojarles de su» posiciones, ni poder avanzar un palmo de terreno. Tres mil quinientos hombres con seis piezas de artillería, bastante caballería y la protección de una goleta de guerra, fueron impotentes para desalojar a seiscientos voluntarios bisoños de las posiciones que ocupaban en la margen izquierda del río Cadagua, testigo de esta lucha desigual en que se ha puesto en evidencia que son inútiles los esfuerzos y alardes de nuestros enemigos, ante la impavidez de los voluntarios que oían sin inmutarse los 130 disparos de cañón que lanzaba sobre ellos el hierro mortífero, y veían con orgullo que la caballería volvía grupas y corría en desorden, cuantas veces intentó forzar el paso que separaba a los combatientes. Los extranjeros que contemplaban las diversas peripecias del combate, habrán tenido ocasión de admirar el valor y arrojo de los soldados del Rey más querido a quien victorean con frenesí en el ardor de la pelea. Así habrán visto cuán arraigadas están en nuestros corazones las ideas que defendemos y por las que sacrificamos gustosos nuestras vidas. Aunque los resultados materiales de esta acción brillante no son de mucha consideración, su efecto moral es de una importancia incalculable en estas circunstancias. El enemigo tuvo nueve muertos y veinte y siete heridos, y por nuestra parte tenemos

    Y teniendo este hecho de armas una significación de importancia, atendida la superioridad numérica del enemigo, se pone en conocimiento del público para su satisfacción.

    Villaro 20 de Agosto de 1873.