Capítulo XIII

Orconera y el tranvía aéreo

La historia comienza en Portugalete. Este pueblo encartado se fundó como villa en 1322 y como tal dejó de tener asiento en las Juntas de Avellaneda, pero mantuvo la propiedad sobre la parte que le correspondía de los Montes Indivisos, en ocasiones con largos pleitos con quienes alegaban ser propietarios de estos terrenos. Esta zona, Triano, Matamoros y Orconera barrio, contenía la mayor venera de los Montes de Triano.

En los inicios de la explotación masiva de la vena, en 1858, en una curiosa operación de «subasta pública», el consistorio portugalujo vendió estos terrenos a la Compañía Ibarra Hermanos con la única salvedad de respetar el libre derecho a pasto.

La Compañía Ibarra Hermanos arrendó la mayor parte de estos terrenos a Orconera Iron Ore Company Limited para la explotación de la venera pagando por el alquiler y por tonelada extraída. Esta compañía minera contaba con capital español (Ibarra Hermanos), inglés (siderurgias de Gales y Durhan) y alemán (siderurgia Krupp). Estaba gestionada por ingenieros y geólogos ingleses, en la última década del siglo XIX llevaba las riendas Francisco McLennan y en sus instalaciones nacieron las protestas de los peones braceros que, hartos de soportar una explotación inhumana, culminaron con la huelga general de 1905.

Esta enorme venera fue explotada con mucho éxito por Orconera Iron Ore y exportó hasta el veinte por ciento del mineral extraído en los Montes de Triano. De hecho, a finales del siglo XIX llegó a la importante cantidad de siete millones de toneladas anuales.

Agotada la vena, las numerosas e imponentes escombreras generadas con los materiales desperdiciados fueron abandonadas, el terreno se consolidó y generó una rica vegetación, en muchas ocasiones de árgoma que se plantaba para emplear su madera en el arranque de las calderas. Eran y son, pues aún queda alguna, montañas de materiales considerados como desperdicios: tierras vegetales, piedra caliza, trozos de mineral que se denominaban chirtas, tal vez por el parecido con el pequeño pájaro tan abundante antaño, y fragmentos más diminutos conocidos como miñón.

Desaparecidos los óxidos y los hidróxidos, las compañías comenzaron a explotar los carbonatos, que eran rentables si se les sometía a un proceso de calcinado con objeto de eliminar impurezas aumentando la mena. Pero los ingeniosos geólogos y los contratistas mineros descubrieron que en esos terraplenes olvidados había mucho mineral de hierro que había sido desperdiciado y que con un proceso de lavado podía ser muy rentable. Fue así como nacieron los lavaderos de mineral. Se comenzaron a explotar los terraplenes lavando las tierras, eliminando las arcillas con abundante agua, escogiendo lo «malo» y dejando lo «bueno», es decir, la chirta, que no era necesario calcinar por tratarse de óxidos con mena suficiente.

La compañía que mejor supo aprovechar este nuevo recurso fue Orconera Iron Ore, que contaba con grandes escombreras en sus posesiones, invirtiendo grandes recursos y construyendo en 1906 un tranvía aéreo considerado como el más largo de Europa en aquellos momentos.

En las antiguas balsas de decantación de Triano, en Carmen VII, donde ya existía un pequeño poblado compuesto de cuatro largas casas que contaban con escuela y oficinas, se levantó un gran cargadero que fue el punto de partida del tranvía aéreo que contó con un trazado rectilíneo de ocho kilómetros hasta el alto de Campomar, en Pobeña. La principal razón de esta obra faraónica y de su ubicación fue dar solución a dos problemas importantes: la necesidad de abundante agua y la construcción de balsas de decantación para recoger las aguas arcillosas y evitar la contaminación de los arroyos.

Durante más tres décadas, una treintena de trabajadores deshicieron las escombreras de Triano-Matamoros cargando las tierras en los baldes que descargaban en el Lavadero de Campomar. Allí, con abundante agua de la mar bombeada desde Pobeña, las lavaban en grandes trómeles y las sometían a un proceso de escogido dejando el mineral limpio y listo para ser aprovechado.

Hemos encontrado una cita de Ramón Adán de Yarza (1848-1917), importante geólogo que en 1896 fue nombrado Jefe de Ingenieros de Minas de Vizcaya, además de padre de la reforestación con pino insignis de los desiertos de Monterrey (California-México) de nuestros montes, que sintetiza perfectamente la magna construcción del tranvía aéreo:

«Es notable el tranvía aéreo que la casa alemana Adolf Bleichert y Cia. ha montado para Orconera Iron Ore. Transporta tierras de las minas (de Triano) a los lavaderos de Pobeña a orillas del mar y sirve de vuelta para los minerales lavados a la estación de Gallarta, que de allí van por ferrocarril a los cargaderos de la ría de Bilbao.

La longitud de la línea es de 8.000 metros y puede transportar 210 t/hora de ida y 85 t/hora de mineral lavado de retorno. La diferencia de nivel que salva es de 350 metros. En la estación intermedia de Pucheta está el empalme con la vía ramal donde se basculan automáticamente los baldes que vuelven de Pobeña y de ahí continúan vacíos hasta la mina. Cada balde puede llevar 750 kg de tierra hacia el lavadero y volver con 1.000 kg de mineral lavado, a una velocidad de 2,5 m/seg.

Esta línea está movida por dos motores eléctricos de 100 H.P. para arrancar el cable tractor y los 550 baldes, necesitándose solo la mitad de la potencia para la marcha continua. Los cables carriles están divididos en cuatro secciones de 2.000 metros cada una, tensadas por contrapesos de 32.000 kg».

En Campomar construyeron una gran estructura para el manejo de los baldes, una enorme masera donde caían las tierras, la sala de los trómeles y las estancias donde los pinches escogían los materiales lavados. El conjunto era complejo pues, además de estas partes principales, requería de múltiples servicios para su correcto funcionamiento, como mantenimiento y vigilancia de la línea y de los baldes, depósitos de agua de la mar y casa de bombas para su elevación hasta el lavadero, central eléctrica con poderosos motores, y casas para trabajadores, oficinas, guardas, talleres y almacén. Además, contaba con instalaciones en Las Carreras donde vertían el mineral limpio que después cargaban en baldes que iban por otra línea aérea hasta Gallarta, y de allí en tren hasta el cargadero de Lutxana. Una gran empresa, compleja, que daba trabajo a más de trescientas personas de Muskiz, Abanto- Zierbena y Ortuella, y que cerró en 1945.