Capítulo 3. La misión de las bibliotecas: esperemos algo más que libros

La biblioteca de la Universidad de Siracusa estaba llena. Ya no quedaba ni un solo hueco en las estanterías. Este es un problema muy común en todas las bibliotecas, sea cual sea su tipología, y las soluciones a esta situación van desde deshacerse de los libros (expurgo) hasta crear nuevas bibliotecas. Siracusa intentó la primera opción y después la segunda, pero finalmente optó por externalizar el almacenamiento. Los bibliotecarios seleccionaron los documentos no consultados durante, más o menos, los últimos 10 años, y los almacenaron en un depósito situado a unas cinco horas de allí. Si algún documento del depósito era solicitado, o bien sería enviado a Siracusa, o bien sería digitalizado y enviado directamente al correo electrónico del profesor o del alumno que lo hubiese pedido.

Cabría imaginar que a lo largo de una década no se habrán quedado muchos libros sin consultar, pero no es así. De hecho, si investigamos un poco sobre cualquier biblioteca nos encontramos la denominada regla 80/20. De una colección, el 80% del uso se centrará en el 20% del material. Visto de otra manera: puedes deshacerte del 80% de los libros y seguirás satisfaciendo las necesidades informativas del 80% de la comunidad. Por lo tanto, ¿por qué conservar el resto? Bueno, nunca se sabe, quizás uno de esos usuarios pertenecientes al 20% restante vaya a usar un día uno de esos libros perteneciente al 80% de libros poco utilizados para curar el cáncer y no hay manera de saberlo con antelación.

La idea de la biblioteca de la Universidad de Siracusa no era tirar los libros poco utilizados, sino almacenarlos en otro lugar. Parecía lógico, pero los departamentos de humanidades del campus casi montaron una revuelta. Los profesores de Religión, los estudiantes de Historia y los de Literatura Inglesa, todos, mostraron su oposición radical: interrumpieron las reuniones del claustro de gobierno universitario, montaron protestas en la biblioteca y escribieron editoriales envenenadas. « ¿Por qué no podemos almacenar los libros en algún lugar cercano?». «La colección ya era mala ¿y ahora la queréis empeorar?».

Aunque los bibliotecarios se esperaban una cierta resistencia al plan de externalización del almacenamiento, el nivel de rechazo generado les pilló por sorpresa. Durante los últimos años, los bibliotecarios habían logrado aumentar el uso de la biblioteca mediante la incorporación de espacios de aprendizaje en grupo, espacios para reuniones, una cafetería, tomas eléctricas y otros servicios nuevos. Estas son las razones por las que la biblioteca nunca antes había sido tan utilizada. La biblioteca estaba llena, pero no solo de libros, estaba llena de personas. El problema era que los universitarios de Humanidades no consideraban ni la cafetería ni que los estudiantes trabajaran enchufados a la red eléctrica de la biblioteca como un uso apropiado del espacio. Cada mesa era un lugar para más estanterías, para más libros. Ese era, decían, el propósito de una biblioteca: conservar libros y materiales, no crear lugares de encuentro y cafeterías.

Esta idea de que las bibliotecas y los libros van de la mano no es un pensamiento exclusivo de los estudiantes de Humanidades. Algunos años antes, en Siracusa (al parecer un foco de atracción de controversias relacionadas con las bibliotecas), el condado había puesto en marcha un programa de reciclaje de libros. Una vez al año los vecinos podían empaquetar sus libros viejos y dejarlos para que fuesen triturados. Inmediatamente se alzaron las voces de los ciudadanos, que querían que la biblioteca interviniese. ¡No recicléis los libros, donadlos a la biblioteca! La biblioteca dijo que no, no porque estuviese llena, sino porque no daba abasto.

La biblioteca no tenía el personal suficiente para identificar entre cientos y cientos de libros los que merecían ser conservados, o al menos eso fue lo que dijeron inicialmente. Pero cuando los ciudadanos comenzaron a organizar a los Boy Scouts para planificar la criba, salió a la luz la verdadera razón: los bibliotecarios ya habían revisado la colección de libros reciclables y se habían encontrado con libros viejos y/o en mal estado y de muy poco valor. Descubrieron también que los vecinos habían aprovechado la oportunidad para reciclar documentos tales como la revista Hustler (revista erótica). Los bibliotecarios no estaban interesados en cribar todo aquello mano a mano con los Boy Scouts.

Las bibliotecas escolares reciben regularmente donaciones de la revista National Geographic porque «deben de tener» un valor. No importa que no haya espacio para almacenar las revistas o que se pueda acceder a la colección completa digitalmente

En Glendale, un barrio rico situado a las afueras de Cincinnati, los ciudadanos comenzaron a crear su propia biblioteca con libros donados. Montaron las estanterías e inauguraron el local, pero al cabo de una semana dejó de ir gente. Parece ser que la gente no tenía mucho interés en leer los libros que ellos mismos habían donado y estaba dispuesta a conducir hasta las otras tres bibliotecas públicas situadas a un radio de ocho kilómetros de sus casas.

Todas estas historias ponen de relieve uno de los grandes mitos de las bibliotecas modernas: las bibliotecas son los libros. Si esta también ha sido tu forma de pensar, te perdonamos. Después de todo, las bibliotecas han tenido mucho éxito en la industria del libro y además, muchas bibliotecas llevan reforzando el vínculo libro-biblioteca entre la ciudadanía desde el siglo pasado.

A primera vista, incluso uno de los más famosos decálogos bibliotecarios apela a los libros. En 1931, S.R. Ranganathan propuso sus cinco leyes de la biblioteconomía. Estas cinco leyes se han convertido en la piedra angular del pensamiento bibliotecario:

  1. Los libros son para ser usados.
  2. A cada lector su libro.
  3. A cada libro su lector.
  4. Ahorra tiempo al lector.
  5. La biblioteca es un organismo en desarrollo.

Está claro que la idea de que las bibliotecas están exclusivamente vinculadas a los libros está incrustada en el ADN bibliotecario.

Pero, en cualquier caso, planteémonos de nuevo estas normas: ¿hasta qué punto los libros son el centro de estas leyes? ¿Si Ranganathan hubiera vivido 2.000 años antes habría dicho «los rollos de papiro son para usarse»? Y si reemplazamos la palabra «libros» por «eBooks» o por «páginas web», ¿todas estas ideas aún se pueden considerar válidas? Yo creo que sí. Lo que establecen estas leyes es que el centro de la biblioteca es la comunidad. El trabajo de los bibliotecarios es satisfacer las necesidades de los miembros de la comunidad y no simplemente almacenar materiales.

Las bibliotecas, las buenas y las malas, han existido durante mile- nios. Durante gran parte de ese tiempo han sido edifi cios donde almace- nar materiales, eso es cierto, pero también lugares para la investigación, donde archivar y conservar los documentos del Estado, e incubadoras del incipiente desarrollo económico. De hecho, la idea de que una biblioteca es un edifi cio lleno hasta reventar de libros y documentos es un punto de vista que apenas tiene 80 años.

Echemos un vistazo a la Biblioteca Libre de Filadelfia hoy en día:

Figure 1 : Sala de música de la Biblioteca Libre de Filadelfia en la actualidad

Ilustración 1 : Sala de música de la Biblioteca Libre de Filadelfia en la actualidad

Estanterías llenas de libros alrededor de las columnas: una bibliote- ca. En la siguiente imagen podemos ver el mismo espacio de la biblioteca a fi nales de los años veinte del siglo pasado:

Figure 2 : Salle de musique de la Free Library de Philadelphie vers 1927

Ilustración 2 : Sala de música de la Biblioteca Libre de Filadelfia en torno a 19271

Sí, es la misma sala. Mesas de trabajo y luz natural: un espacio más orientado hacia las personas y el aprendizaje que al almacenaje de libros. Esto no signifi ca que no hubiera libros, sino que estos estaban almacena- dos en depósitos cerrados y se sacaban y prestaban bajo demanda. Los espacios abiertos eran para las personas, los cerrados para los materiales

¿Cuando empezamos a pensar en las bibliotecas como en el paraíso de los libros? Las bibliotecas siempre han servido para almacenar colecciones de materiales, pero incluso este concepto de repositorio es relativamente moderno. Esta idea de biblioteca como contenedor de libros se formó cuando éstas se fi jaron el objetivo de crear colecciones exhaustivas al mismo tiempo que bajaban drásticamente los precios del papel y de la impresión. No fue hasta el siglo XX que la producción masiva de libros comenzó a invadir tanto las bibliotecas como las casas o las escuelas.

Figure 3 : Croissance des ouvrages publiés mondialement

Ilustración 3 : Crecimiento del número de libros publicados en el mundo2

Esta bibliofilia cambió no solo nuestra visión actual de las bibliotecas sino también nuestra percepción histórica de las mismas.

Echemos un vistazo a la Biblioteca de Alejandría que mencionamos en el primer capítulo. La biblioteca original era una de las maravillas de la Antigüedad. Hoy en día los expertos la conciben como una enorme co- lección de documentos del mundo antiguo, que es lo que era. Mi historia favorita es la de los barcos que llegaban al puerto de Alejandría, uno de los más activos del mundo en aquel entonces. Los soldados subían a los barcos y confi scaban todos los documentos que había a bordo (incluidos los utilizados como lastre). Después se trasladaban hasta la biblioteca, se copiaban, y finalmente las copias se devolvían a los barcos.

Pero sería erróneo pensar en la antigua biblioteca como un simple contenedor de libros, tal y como muestra la imagen actual de la Biblioteca Libre de Filadelfia. De hecho, la Biblioteca de Alejandría se asemejaba a las universidades actuales. En el campus había varios edificios y uno de los primeros era un templo dedicado a las musas llamado Musae, de donde viene la palabra museo. El edificio principal de la biblioteca servía tanto de almacén como de hospedaje para los sabios de todo mundo que allí se reunían para debatir y crear juntos. Fue, de hecho, uno de los primeros laboratorios de ideas y centro de innovación de la historia. El bibliotecario era uno de los consejeros más cercanos de los dirigentes del estado-ciudad, y no porque tuviera acceso a los documentos, sino porque tenía acceso a los pensadores.

Cuando la Biblioteca de Alejandría se destruyó, gran parte de su colección encontró un nuevo hogar en la España morisca. Allí estos documentos no fueron abandonados al olvido, sino que fueron traducidos, aumentados y consultados. Todo este trabajo salió a la luz durante la primeras cruzadas, al final de la época medieval. A medida que los cruzados «liberaban» Toledo fueron descubriendo bibliotecas por toda la urbe. Debió de ser impresionante ver que una de las 80 bibliotecas tenía más volúmenes que Francia entera. Y uno de los hechos más destacable fue que los ciudadanos de Toledo no se limitaban a conservar los manuscritos, sino que los consultaban para desarrollar nuevas formas arquitectónicas, nuevos acueductos, nuevos modos de gobierno y una pequeña idea llamada álgebra (donde, por cierto, se definía el concepto del cero). De hecho, existe incluso un historiador que atribuye a estas bibliotecas del mundo musulmán el mérito de la creación de las universidades y del Renacimiento.

En la Inglaterra Victoriana las bibliotecas públicas tenían salones de juegos. Andrew Carnegie construyó más 2.509 bibliotecas(« Andrew Carnegie: Pioneer. Visionary. Innovator » 2015) por todo el mundo para potenciar la participación democrática y las oportunidades sociales. Las bibliotecas públicas han sido galerías de arte y han desarrollado colecciones infantiles amparadas en la creación de la definición moderna de la infancia, derivada de la ley de trabajo infantil. Los bibliotecarios se han deshecho incluso de las estanterías de los bibliobuses para convertirlos en makerspaces móviles. El Frysklab, en los Países Bajos(« Het mobiele bibliotheeklab » 2018) es un makerspace móvil lleno de tabletas, impresoras 3D y grabadores láser que recorre las provincias del norte del país y que tiene parada en las escuelas para cubrir las necesidades de enriquecimiento curricular de los estudiantes.

Mi punto de vista es que si consideras la biblioteca como un montón de libros almacenados en un edificio (o peor aún, que tu bibliotecario piensa así) necesitas ampliar muchísimo tus expectativas. Hoy en día las grandes bibliotecas están pasando de ser edificios silenciosos con una o dos salas ruidosas a edificios ruidosos con una sala tranquila. Y están pasando de estar bajo el dominio de los bibliotecarios a estar bajo el dominio de las comunidades. Pero, ¿qué guía esta transformación? ¿Qué da forma al concepto de Ranganathan del «organismo en desarrollo»? Se trata de una misión de profundo calado y de largo plazo:

La misión de una biblioteca es mejorar la sociedad al facilitar la creación de conocimiento en la comunidad.

Esta es mi manera de expresarlo, pero los conceptos que subyacen a esta idea han sido puestos de relieve a lo largo de la historia por académicos que gestionaban bibliotecas para impulsar la agenda investigadora de sus universidades. Estos conceptos también han quedado patentes en las bibliotecas de Kenia y Fergurson que mencioné al inicio de este libro. Las malas bibliotecas solo construyen colecciones, mientras que las buenas bibliotecas proporcionan servicios (y la colección es solo uno de tantos otros servicios). Dicho de otro modo: las bibliotecas excelentes construyen comunidades.

Las tablas de piedra se convirtieron en pergaminos, los pergaminos en manuscritos, los manuscritos se convirtieron en libros y los libros se han convertido rápidamente en aplicaciones. Los instrumentos que las bibliotecas utilizan para conseguir su misión, cualquier misión, cambiarán. El objetivo de utilizar estas herramientas (y las herramientas nuevas) no cambia pese al paso del tiempo porque el objetivo de las bibliotecas es el conocimiento, no las herramientas en sí.

El resto de este libro examinará lo que debemos esperar de una biblioteca de acuerdo con los componentes de la misión previamente descrita (¿qué entendemos por mejora, conocimiento, facilitación, etc.?). Pero antes de adentrarnos en ellos vamos a abordar dos cuestiones: la lectura y la utilidad general de la misión.

Me encanta leer… en serio, me encanta

Consideremos de nuevo la misión de las bibliotecas: mejorar la sociedad facilitando la creación de conocimiento. Pero, ¿qué ha pasado con la promoción de la lectura y/o de los libros? ¿Acaso ampliar las expectativas que tenemos sobre las bibliotecas significa dejar de lado la lectura, la literatura, las novelas y la poesía? La razón por la que la lectura no esté incluida en esta gran misión, es que la promoción de la lectura no es el eje central de todas las bibliotecas. Las bibliotecas escolares y la bibliotecas públicas consideran la promoción y el fomento de las habilidades lectoras como uno de sus objetivos fundamentales, pero las bibliotecas universitarias y las de las empresas asumen que los usuarios a los que sirven ya tienen estas habilidades. Además, aunque la lectura sea una habilidad crucial para la generación de conocimiento, no es el único camino para la «iluminación». Algunas personas aprenden mediante la lectura, otras lo hacen mediante el vídeo o haciendo las cosas, y la gran mayoría aprende combinando todas estas posibilidades. Por eso debemos esperar que nuestras bibliotecas potencien todas las modalidades de aprendizaje.

Cuando la gente me pregunta sobre las bibliotecas, la lectura y mi propuesta de misión, normalmente me están preguntando: « ¿Puedo utilizar la biblioteca para leer una buena novela o llevarme prestado un DVD sin preocuparme por salvar el mundo? ¿No hay acaso un valor en el simple hecho de leer por placer?». Mi respuesta es que sí, y la ficción es tan importante para aprender y construir aprendizaje como la no ficción. Las historias reflejan cómo soñamos y cómo ponemos a prueba nuestros límites éticos. Una buena novela puede revelar una verdad fundamental de una manera que sería inalcanzable para un tratado filosófico. Es más, las ideas y la inspiración para las acciones importantes a menudo vienen de donde menos te lo esperas.

Mucha de la literatura en biblioteconomía se centra en los conceptos de información y empoderamiento y a menudo ignora o silencia que las bibliotecas pueden apoyar las actividades recreativas y la animación a la lectura. Por descontado, este libro se centra en la idea de considerar las bibliotecas como lugares de implicación social y de aprendizaje. Por lo tanto, la pregunta relevante no es: «¿deben las bibliotecas apoyar la lectura lúdica?». La respuesta a esa pregunta la tiene que dar la comunidad, al igual que el apoyo a las artes o a los parques. La pregunta importante implica a los individuos que quieren convertir la lectura lúdica en una actividad social u orientada hacia un objetivo más general.

Supongamos que leo un libro y me encanta. Esto podría ser suficiente para mí, pero, ¿y si una bonita obra de ficción me sirviese de inspiración para escribir mi propia novela o para inventar un nuevo aparato o para crear un grupo de lectores a los que también les encante el libro y decidan actuar de alguna manera? La función de la biblioteca no es la de determinar el tipo de resultados que pueden derivarse de la lectura (o de inventar o de hacer películas), porque sería muy similar a decirle a la gente qué leer y por qué. La biblioteca debe ser más bien un lugar que facilite la creación de una plataforma para que los miembros de la comunidad puedan convertir su pasión en algo beneficioso para la comunidad y/o para ellos mismos.

Cuanto más tiempo le dedicamos a algo mejor lo hacemos. Por eso tenemos que apoyar cualquier tipo de lectura en cualquier lugar (en la biblioteca, en la escuela, en el patio de recreo, de vacaciones, en el laboratorio, en los videojuegos). Cuando leas las palabras «conocimiento» y «aprendizaje» a lo largo de este libro no pienses que estoy limitando estas ideas al marco de los libros de texto o de los artículos de investigación. Para mí la poesía, las novelas o una buena historia de ciencia ficción son igual de importantes para la generación de conocimiento. No obstante, creo que debemos esperar de cualquier tipo de biblioteca, la capacidad de apoyar todos los tipos de lectura, independientemente de cuales sean los resultados.

Así pues, veamos ahora cómo abordan las bibliotecas estas ideas en la definición de su misión.

¿Misión a ninguna parte?

La definición de una misión es una cuestión importante, pues representa una especie de consenso en cuanto a lo que una organización juzga esencial. A partir de esta declaración de principios podemos empezar a ver cómo las bibliotecas establecen sus propias expectativas y las de la comunidad a la que sirven. Echemos un vistazo a las declaraciones de principios de algunas bibliotecas y organizaciones:

Comencemos con la gran misión de la Biblioteca Pública de New York:

La misión de la Biblioteca Pública de New York es la de inspirar el aprendizaje para toda la vida, fomentar el conocimiento y fortalecer nuestras comunidades.(« NYPL’s Mission Statement » 2018).

Hay pocas cosas mejores que promover el conocimiento y potenciar el fortalecimiento de nuestras comunidades.

Hablando de la promoción del conocimiento, analicemos la misión de las bibliotecas del Instituto Tecnológico de Massachussets:

La misión de las bibliotecas del MIT es la de crear y mantener un entorno de información en constante evolución, que permita avanzar en el aprendizaje, la investigación y la innovación en el MIT. Estamos comprometidos con la excelencia en los servicios, estrategias y sistemas que promueven los descubrimientos, preservan el conocimiento e impulsan la comunicación científica mundial. (« MIT Libraries: About » 2018).

Veamos ahora la misión de la Biblioteca del Congreso:

La misión central de la biblioteca es la de proveer al Congreso, al gobierno federal y al pueblo americano de una fuente rica, diversa y duradera de conocimiento con la que podamos contar para informarlos, inspirarlos e implicarlos, además de apoyarlos en sus esfuerzos intelectuales y creativos.(« Library of Congress : Strategic plan » 2016).

Cabe destacar que la Biblioteca del Congreso es muy clara al definir su comunidad: el pueblo americano, aunque solo después del Congreso y del gobierno federal.

Para los padres, profesores, gestores y todos aquellos interesados en la escuela, he aquí algunas excelentes declaraciones de principios para las bibliotecas escolares:

La misión de la Tehiyah Day School es la de inspirar curiosidad, un fuerte sentido de la comunidad y una conexión vibrante con el judaísmo. En Tehiyah ¡vivimos la formación!(« Tehiyah Day School: Mission and Strategic Plan » 2018)

Otro ejemplo:

La misión del programa relativo a los medios de comunicación de la biblioteca de la escuela es:

  • Ser parte integral de la Whittier Elementary School y de la comunidad que la rodea.
  • Ofrecer colaboración con el personal para facilitar un aprendizaje auténtico para todos los estudiantes.
  • Ofrecer recursos e instrucciones de calidad a los estudiantes y al personal.
  • Animar al personal y a los estudiantes a ser usuarios efectivos de ideas e información.
  • Promover el aprendizaje y la lectura tanto por placer como para mantenerse informados.

Me encantan todas estas declaraciones de principios, todas sin excepción, pues ponen de manifiesto que, sea cual sea el tipo de institución, la definición de su misión puede ser breve y profunda a la vez. También puede abordar el impacto que las bibliotecas desean alcanzar y no los materiales que recopilan. No es una casualidad que la reputación de estas instituciones goce de reconocimiento internacional.

Con esta idea en la cabeza, analicemos algunas misiones bastante menos edificantes. He cambiado los nombres de todas las bibliotecas por «Mi Ciudad» o «Mi Universidad» para proteger la identidad de estas instituciones.

La Biblioteca Púbica de Mi Ciudad ofrece materiales en todos los soportes y servicios para personas de todas las edades con el fin de ayudar a la comunidad de usuarios a obtener la información que necesitan para satisfacer sus necesidades personales, educacionales o profesionales. Todos los servicios de la biblioteca se promueven con energía y con el objetivo de aumentar la concienciación ciudadana y, de ese modo, mejorar la vida de los habitantes de Mi Ciudad.

Dejando de lado el hecho de que esta misión está claramente basada en los materiales que la biblioteca almacena, hay una de sus pretensiones que me saca de quicio. ¿De verdad que parte de la misión de la biblioteca consiste en promover la propia biblioteca? ¿Y no solo promoverla sino además hacerlo con vigor? ¿No es un poco arrogante decir que solo por el hecho de saber que la biblioteca está ahí la vida de los ciudadanos mejorará? Así pues, ¿qué podemos esperar de esta biblioteca? Una colección, eso está claro, pero además una especie de actitud de «yo soy lo primero».

De acuerdo, pasemos a la siguiente declaración de principios:

La misión de la Biblioteca Pública de Mi Ciudad consiste en:

  • Satisfacer las necesidades recreativas de los usuarios ofreciéndoles actividades de ocio mediante la utilización de los materiales y servicios de la biblioteca.
  • Responder a las necesidades informativas, tanto colectivas como individuales, de los usuarios de la biblioteca mediante la selección, la adquisición, la catalogación, la organización y la distribución de información y materiales.
  • Potenciar el enriquecimiento cultural de los usuarios individuales y de la comunidad de Mi Ciudad suministrando materiales y actividades que favorezcan la comprensión del desarrollo del estilo de vida y la herencia individuales, nacionales, internacionales y comunitarias.
  • Atender las necesidades formativas continuas de los usuarios apoyando su proceso de aprendizaje para obtener títulos académicos o cualificaciones laborales mediante la provisión de materiales que mejoren su vida cotidiana y potencien sus intereses personales y su desempeño laboral.
  • La Biblioteca Pública de Mi Ciudad reconoce el impacto de la tecnología, y en especial de las tecnologías de la información y la comunicación, sobre la comunidad de Mi Ciudad. La biblioteca se esfuerza por identificar, obtener, organizar y dar acceso a la tecnología en sus diversos formatos
  • Para cumplir su misión, la Biblioteca Pública de Mi Ciudad apoya incondicionalmente el principio de libertad de expresión y el derecho de acceso a la información de los ciudadanos. La biblioteca favorecerá un ambiente de aprendizaje libre y proveerá la información solicitada sin parcialidad o discriminación.

¡Guau! ¿Os imagináis este mensaje impreso en una camiseta? Mi principal objeción es que se centra en la provisión de materiales, no en que la comunidad sea copropietaria de dichos materiales o su creadora. No se habla de la biblioteca como un servicio sino de la biblioteca como un sirviente. Este mensaje también pone de relieve otro aspecto interesante: la diferente visión del mundo que tienen la antigua y la nueva biblioteconomía y que se manifiesta en la percepción del vínculo de la biblioteca con la comunidad.

Hablar de las bibliotecas «para la gente» es una manera antigua de concebir las bibliotecas, pues supone considerarlas apartadas de la comunidad, como un servicio que los ciudadanos pueden usar y pagar pero, en última instancia, también ignorar o descartar. La nueva visión es la de la biblioteca «de la gente». En ella la comunidad es una parte integral de lo que se hace en la biblioteca y los bibliotecarios son miembros de pleno derecho de la comunidad. Los bibliotecarios ya no hacen su trabajo porque sean sirvientes o estén fabricando un producto que será consumido por la comunidad, sino que trabajan para conseguir en última instancia una comunidad mejor. Los miembros de la comunidad no apoyan la biblioteca porque sean usuarios satisfechos sino porque la biblioteca es parte de lo que son.

Esta concepción de la biblioteca es análoga a la de un gobierno democrático. Cuando la gente siente que es parte de un gobierno, sus opiniones encuentran representación, sus voces son escuchadas y sienten que se están autogobernando (un gobierno de la gente). En cambio, cuando la gente percibe el gobierno como una clase política rígida y distante aparece la insatisfacción (o, en casos muy extremos, se desencadena una primavera árabe). Las bibliotecas deben ser de las personas, no para ellas. Cuando un miembro de la comunidad va a la biblioteca (o hace clic en su web), debe ver una oportunidad para contribuir, para tener una voz y para mejorar la institución. De lo contrario la biblioteca no sería más que otra librería comercial, es decir, un proveedor de contenidos destinado a ser reemplazado o suplantado por la competencia.

Análogamente, los bibliotecarios aspiran a ofrecer un servicio excelente no solo por un impulso altruista, sino también debido a un deseo egoísta de que mejore su propia condición. Si el bibliotecario hace bien su trabajo la situación de la comunidad mejorará, y si la situación de la comunidad mejora, la del bibliotecario también lo hará. Es, en definitiva, un círculo virtuoso.

Echemos ahora un vistazo a algunas declaraciones de principios desalentadoras de bibliotecas universitarias:

La biblioteca universitaria fortalece los logros académicos de Mi Universidad ofreciendo, presentando y conservando una gran variedad de recursos informacionales. Utilizamos novedosos métodos en colaboración con el cuerpo de profesores y estudiantes con la intención de ayudarlos a descubrir, utilizar, organizar y compartir sus necesidades vinculadas con la investigación, enseñanza y aprendizaje.

La verdad es que esta declaración de principios no es demasiado descabellada, pero sigue incidiendo en la idea de fortalecer una institución mediante la provisión de materiales (recursos informacionales). Además, aunque la innovación es buena, solo es extensible, en este caso, a las funciones de la biblioteca. No se habla de ayudar a los innovadores o de fomentar la innovación contando con la comunidad. Esta definición de la misión de la biblioteca también inciden en que los profesores y los estudiantes mejoren gracias a la biblioteca, pero no en que la biblioteca aprenda de (y preferiblemente con) la comunidad.

Veamos otra declaración de principios:

La misión de la biblioteca de Mi Universidad es respaldar la investigación y las necesidades curriculares de los profesores y los estudiantes poniendo a su disposición una colección excepcional de materiales legales y ofreciendo un servicio del más alto nivel. En la medida de lo posible, la biblioteca apoyará tanto las necesidades de investigación de la comunidad de Mi Universidad en general como las de los estudiantes no pertenecientes Mi Universidad que necesiten acceder a su colección única.

En otras palabras: ven aquí a por tu material, es un gran material.

Volvamos al ámbito de las bibliotecas públicas para ver un ejemplo más:

La biblioteca de Mi Ciudad, una institución de servicio público, proporciona a todos los residentes de Mi Ciudad una colección exhaustiva de materiales en diversos formatos que almacenan los conocimientos, las ideas y la cultura del ser humano. También tiene como objetivo organizar estos materiales para facilitar el acceso a los mismos y ofrecer consejos y estímulos para su uso. Se hace un especial énfasis en facilitar materiales populares en todos los formatos y para todas las edades y en proporcionar un espacio de educación y aprendizaje vital para todos los residentes de la comunidad. La biblioteca ofrece especialmente un lugar donde los niños pueden descubrir el placer de la lectura y el valor de las bibliotecas.

¿Por dónde empezar a explicar esta especie de cajón de sastre lleno de ejemplos sobre el material que contiene una biblioteca? Podemos, por ejemplo, empezar cuestionando la posibilidad de que una biblioteca pueda poseer una colección exhaustiva del conocimiento, las ideas y la cultura del ser humano. Se trata de una promesa exagerada e imposible de satisfacer. A ese aspecto añadámosle la idea de servir a todo el mundo y, por otro lado, ¿de verdad queremos que adoctrinen a nuestros hijos?

Una misión basada en tener expectativas más altas

Resumiendo, las bibliotecas tienen una misión: que la sociedad mejore mediante la generación de conocimiento. Por supuesto, es esta misión de la biblioteca es la que la hace única entre muchas otras instituciones pero, al mismo tiempo, la misión de la biblioteca casi siempre se sitúa entre las misiones de una organización más amplia. Una biblioteca pública forma parte de una ciudad o de un condado, una biblioteca universitaria forma parte de una universidad, las bibliotecas escolares existen para alcanzar la misión global de las escuelas y las bibliotecas de las empresas existen para contribuir a la consecución de sus objetivos.

Cuando en el Capítulo 5 explique detalladamente lo que significa «mejorar la sociedad» volveremos a hablar sobre cómo se concreta la misión de mejorar la sociedad y sobre cómo, a su vez, da forma a la comunidad. De momento preocupémonos por la manera en que las bibliotecas cumplen con su misión. Dicho de otro modo, comencemos por preguntarnos qué hace una biblioteca. Para responder a esta pregunta es especialmente importante tener en cuenta que las bibliotecas son mucho más que meros almacenes de libros.

Referencias

« Andrew Carnegie: Pioneer. Visionary. Innovator ». 2015. Carnegie Corporation of New York. http://foundersstory.carnegie.org.

« Free Library of Philadelphia: Digital Collections ». 2018. Free Library of Philadelphia. https://libwww.freelibrary.org/digital/index.cfm.

« Het mobiele bibliotheeklab ». 2018. FryskLab. http://www.frysklab.nl/.

« Library of Congress : Strategic plan ». 2016. Library of Congress. http://www.loc.gov/portals/static/about/documents/library_congress_stratplan_2016-2020.pdf.

« MIT Libraries: About ». 2018. MIT Libraries. https://libraries.mit.edu/about/.

« NYPL’s Mission Statement ». 2018. The New York Public Library. https://www.nypl.org/help/about-nypl/mission.

« Statistical yearbook: Annuaire statistique = Anuario estadistico ». 1964. Paris : Unesco: UNESCO.

« Tehiyah Day School: Mission and Strategic Plan ». 2018. Tehiyah Day School. https://www.tehiyah.org/apps/pages/index.jsp?uREC_ID=412236&type=d&pREC_ID=899313.

The World almanac and encyclopedia. 1883. New York: Press Pub. Co. (The New York World).

« Whittier Elementary School: Mission Statement ». 2018. Whittier Elementary School. https://education.fcps.org/whes/media_missionstatement.

Wright, Wyllis E., Council of National Library Associations., et R.R. Bowker Company. 1956. « The Bowker annual of library and book trade information. » Library and book trade almanac 1989-90. https://catalog.hathitrust.org/Record/004546610.


  1. (« Free Library of Philadelphia: Digital Collections » 2018). Sala de música de la Biblioteca Libre de Filadèlfia, aproximadamente 1927. En línea.

  2. Estos datos han sido recuperados a partir de las fuentes siguientes: (« Statistical yearbook: Annuaire statistique = Anuario estadistico » 1964); (Wright, W. E., R.R.Bowker Company & Council of National Library Associations. 1956) ; (The World almanac and encyclopedia 1883).