Capítulo 6. Comunidades: creemos una plataforma

La personas que muestran un interés, aunque básico, en el funcionamiento de las bibliotecas han oído con seguridad el nombre de Melvil Dewey. Si no has escuchado nunca este nombre entonces probablemente tampoco hayas escuchado nada sobre el Sistema Decimal de Dewey, el diseño para organizar libros que Dewey desarrolló a finales del siglo XIX. El sistema se basó en la convicción de Dewey de que la estandarización y la uniformización en las bibliotecas les ayudarían a crecer y prosperar.

Dewey estaba desarrollando su trabajo a finales de la Revolución Industrial, en pleno auge de la línea de ensamble de Henry Ford. Todos los métodos de las industrias se estaban reconvirtiendo hacia la producción en masa, que se basaba en la búsqueda de procedimientos comunes. Esta inercia también se impregnó en la aparición de los gremios profesionales —como el Colegio de Abogados de Estados Unidos— que establecieron reglas estrictas para que todos los profesionales tuvieran habilidades comunes, una preparación común y una perspectiva común.

Esta tendencia hacia los estándares, la eficiencia y la producción en masa tuvo un efecto profundo en las bibliotecas que también afectó a su manera de ser percibidas. Conceptos como la organización de los libros, profesionalización de los bibliotecarios, espacios de trabajo tranquilos, montones de catálogos y fichas catalográficas, que ahora pueden ser parte de la nostalgia bibliotecaria, encuentran sus raíces en los tiempos en que surgió la idea de la estandarización industrial. Dentro de este modelo una biblioteca se define por un conjunto limitado de funciones (préstamo de libros, respuestas a preguntas de referencia, catalogación) y características físicas (montones de libros, servicio de referencia en mostrador, salas de lectura). Pero como has leído, deberías esperar mucho más que esto de tu biblioteca.

Makerspaces, formación laboral, puntos compartidos de conexión para móviles, cuentacuentos, talleres de escritura de novela negra: estas palabras no quedan bien en definiciones arregladas y bonitas. Además, depende de ti y tu comunidad definir las funciones de la biblioteca basándoos en las necesidades locales y en vuestra propia definición de lo que vosotros penséis que es la mejora de la sociedad. Necesitamos esperar más que definir una biblioteca como un conjunto de funciones dadas a cada comunidad del planeta.

Biblioteca como plataforma

La biblioteca, en su nueva visión, no se entiende ya ni como un lugar físico ni como una colección material, sino que percibimos en ella una plataforma comunitaria para la creación y para compartir conocimiento. Esto es algo más que un cambio retórico. Esta nueva visión tiene implicaciones reales sobre cómo las bibliotecas se organizan a sí mismas y cómo emplean las tecnologías.

El término plataforma lo tomamos prestado del mundo de las tecnologías de la información. Una plataforma es un conjunto de servicios y sistemas que permiten una variedad de funciones que no están predeterminadas. Para explicarlo de manera sencilla piensa en el iPhone. No pienses en el iPhone que tú o tu colega podéis llevar hoy, piensa en el primer iPhone.

Algunas personas puede que no lo recuerden, pero cuando el primer iPhone fue lanzado no había tienda de aplicaciones móviles, ni anuncios de «hay una app para esto», ni Angry Birds. El primer iPhone tenía un conjunto de aplicaciones preinstaladas por Apple que no podías ni eliminar ni añadir. Podías leer el correo electrónico, navegar por la web, escuchar música, enviar mensajes, consultar el tiempo, consultar mapas, ver YouTube y consultar las acciones de la bolsa, y esto era todo. Así es como solíamos definir las bibliotecas—predeterminadas y estandarizadas. Las mismas funciones para cada una de ellas. Ahora piensa en el iPhone o cualquier teléfono inteligente de hoy en día. El teléfono en sí mismo es hardware y un sistema operativo. Pero, más importante aún, es una plataforma que permite que cualquier persona pueda crear aplicaciones.

Apple da la plataforma (utilizar diferentes inputs táctiles, hacer una llamada, comunicarse vía WiFi), pero depende de los desarrolladores de aplicaciones determinar qué puede hacer esa plataforma (jugar a videojuegos, controlar las pulsaciones, editar ficheros de nuestro trabajo en un servidor, etcétera.). En vez de que el teléfono dicte tu experiencia con la plataforma, lo que te facilita es la creación de algo completamente único para ti. Ese es el cambio que deberías esperar de tu biblioteca. Tu biblioteca no debería decirte qué puedes hacer (leer, tomar prestado, buscar), debería proveer a tu comunidad de una caja de herramientas valiosas para construir lo que la comunidad necesite.

Déjeme darle algunos ejemplos.

Jardín comunitario

La plataforma que la biblioteca provee no tiene que estar siempre ligada con la tecnología. En Cicero, Nueva York, la plataforma de la biblioteca está construida desde cero—literalmente. La Biblioteca Pública Septentrional de Onondaga construyó la LibraryFarm («Library Farm» 2017). Cuando los miembros de la comunidad expresaron su interés en tener un mayor conocimiento en jardinería y cultivo, los bibliotecarios fueron más allá del simple hecho de comprar libros sobre la materia o de acoger discusiones sobre el cultivo de la tierra: ellos construyeron un jardín.

Los miembros de la comunidad prepararon un terreno de cultivo junto a la biblioteca. Dividieron la tierra en parcelas y la gente podía «tomar prestada» una parcela para la temporada. Esto permitió a la gente con poca experiencia en jardinería, o sin tierra, poder venir y plantar sus propias plantas y, al mismo tiempo, recibir consejos de expertos pertenecientes a la comunidad. Como consecuencia, se impartieron una serie de charlas y muestras, y todas ellas basadas en la experiencia vivida. Una vez producida la cosecha, la parte sobrante se enviaba a algunos almacenes locales de comida. Lo que empezó como un debate sobre jardinería se convirtió en una plataforma expandida para aprender sobre nutrición, para la realización de compras en zonas locales y para muchas otras lecciones. Los Boy Scouts construyeron estructuras para la jardinería de suelo elevado. Las Girl Scouts construyeron un «Hotel de Insectos» para atraer a los insectos que se necesitaban para el cultivo orgánico y todo ello ayudó a ampliar los conocimientos de la comunidad.

Reorganizando la biblioteca de investigación

Hice una consultoría para una gran biblioteca de investigación que estaba en medio de un proceso de reorganización tras sufrir una crisis administrativa mortal. La decana o decano de la biblioteca había sido despedida, la moral de los trabajadores era inexistente y la rectora o el rector había contratado a alguien nuevo para el puesto de dirección con el fin de devolver la vida a la biblioteca. Esa nueva persona al cargo de la dirección había traído consultores (incluyéndome, evidentemente, a mí), no para elaborar un plan nuevo sino para consagrar el plan que él mismo había creado (y que era muy bueno). Los platos fuertes de dicho plan eran la reorganización del personal de la biblioteca, los informes y las funciones.

La mayoría de las bibliotecas se estructuran en dos grandes secciones: el servicio público, que incluye todo lo referido a dar la cara a la comunidad; y el servicio técnico, que incluye las operaciones bibliotecarias dentro de las oficinas internas. Así que cuando entras y miras por los estantes, o miras un libro, o hablas con un bibliotecario, estás utilizando servicios públicos. La parte que no ve, como la compra de los materiales, su catalogación y el mantenimiento del Sistema Integrado de Gestión Bibliotecaria, todas estas actividades caen en el saco de los servicios técnicos. Este modelo de organización bibliotecaria es el que prevalece en la mayoría de las bibliotecas académicas y públicas de este país. Está tan extendido que lo encontrarás en África, Europa y a lo largo de Asia.

¿Por qué este modelo se encuentra en todos los sitios? Bueno, una de las razones es la manera en que formamos a los bibliotecarios y otra, de mayor peso, proviene de la consideración cada vez más obsoleta de la biblioteca como almacén de libros. Los servicios técnicos están dónde entran los libros, el servicio público está donde salen. Pero ¿es así como funciona tu comunidad? ¿Corresponde este modelo a una visión más participativa de las comunidades?

Al crear su plan, el nuevo director echó un vistazo a los que sería una de las partes de su público objetivo: los investigadores. Esta audiencia, aunque era principalmente una facultad orientada a la investigación, también incluía estudiantes de doctorado y de grado, además de los estudiantes de grados avanzados que se centraban en la exploración del conocimiento. El director descubrió que un investigador necesita consumir una gran cantidad de información en el inicio de una investigación. El investigador necesita material de apoyo, ejemplos de estudios previos y acceso a nuevos conceptos y teorías. En esta etapa, la división entre servicio público y servicio técnicos aún tiene sentido. Pero, según progresa el investigador, esta división empieza a dejar de funcionar.

Por ejemplo, imaginemos que un investigador recibe una financiación externa. Este investigador va a necesitar justificar, para recibir la ayuda, cómo reúne datos, cómo va a almacenarlos durante un largo periodo de tiempo, cómo van a difundirlos (no solamente los artículos publicados, sino los propios datos reunidos) y cómo va a proteger toda la información privada facilitada por las personas involucradas en este estudio. Las bibliotecas de hoy en día tienen sistemas para ofrecer esta cobertura. Normalmente tales operaciones se realizan en las oficinas internas: el servicio técnico. Las oficinas internas son, además, donde las bibliotecas crean sitios web alrededor de proyectos, o guardan artículos y presentaciones de conferencias basadas en estudios. Dado que el investigador solamente interactúa con el servicio público, encontrará alguna dificultad para conseguir el servicio técnico que necesita. La división anticuada de lo que con la que se encuentra la comunidad ha dejado de ser útil. Hoy en día el investigador es a la vez consumidor y productor de información.

Esta distinción entre servicio de cara a la comunidad y oficinas internas también se vuelve difusa cuando se miran las funciones docentes de una universidad. La facultad puede estar consumiendo información en forma de artículos y materiales diversos para llevarlo a las clases. Sin embargo, también puede estar creando sus propias colecciones y materiales únicos. ¿Cómo entrarían en la biblioteca estos ítems producidos por los miembros de la comunidad universitaria? Actualmente, no entran, y toda esta información la guarda, o no, cada miembro de la facultad en su disco duro y puede que lo deje, o no, en la universidad cuando se jubile o cambie de trabajo.

Así que volvamos a la biblioteca de investigación que me había contratado como consultor. La biblioteca desechó el modelo de servicio técnico y servicio público. En vez de esto organizó los servicios por investigación y docencia. Si un investigador entraba se encontraba con un bibliotecario de investigación asignado. Juntos analizaban el proyecto y el bibliotecario asignado organizaba los servicios de la biblioteca alrededor del proyecto del miembro de la facultad. Este no necesitaba saber, ni tenía que importarle, que habían sido los servicios técnicos los que habían construido un sitio web para el proyecto. Tampoco necesitaba saber que fue el departamento de referencia el que hizo una búsqueda bibliográfica sobre su tema o que el departamento de Tecnologías de la Información fue el que, de hecho, supervisó el almacenamiento de los datos de investigación de manera segura.

De la misma manera, los docentes se reunirían con sus bibliotecarios de docencia asignados para analizar los servicios instructivos que la biblioteca podría ofrecerles, los materiales para las clases que podría reservar e incluso las copias de libros de texto que podría pedir para que fueran añadidos a la colección de la biblioteca.

La biblioteca en este caso se convirtió en una plataforma humana para acelerar las metas estratégicas de la universidad: investigar mejor y formar mejor. En este ejemplo, sin embargo, se esperaba que la gente viniese a la biblioteca. ¿Y si la biblioteca se incrustara a sí misma en la comunidad?

e-Science

En 2001, Ellen Roche, una técnica de laboratorio de 24 años, entró en una prueba clínica del Centro de Asma y Alergia de la Universidad Johns Hopkins. La prueba experimental servía para investigar cómo respondían los pulmones a los irritantes químicos. Los investigadores hicieron que Roche inhalara hexamethonium. Roche fue la tercera voluntaria en hacerlo en el estudio. La primera persona voluntaria había desarrollado una tos ligera que duró una semana. La segunda no había mostrado ninguna reacción adversa. Roche desarrolló una tos ligera que empeoraba cada vez más. Cinco días después de inhalar el químico Roche fue ingresada en cuidados intensivos. Menos de un mes después Roche falleció. (Keiger 2002).

Lo que hace esta historia aún más trágica es que el fallecimiento de Roche podría haberse evitado. Como parte del experimento clínico financiado, el investigador tenía que hacer una búsqueda de bibliográfica especializada. Buscó en una base de datos que indexaba estudios desde 1960 hasta la actualidad. No encontró nada sobre el hexamethonium. Sin embargo, si el investigador no hubiera limitado su búsqueda a la versión accesible por Internet de la base de datos, hubiese encontrado estudios de los años cincuenta que relacionaban el hexamethonium con problemas graves de pulmón. A raíz de la muerte de Roche, en la Universidad Johns Hopkins, todos los estudios farmacológicos deben incluir obligatoriamente una consulta con un bibliotecario y un farmacólogo.

Esta historia es realmente trágica. Sin embargo, temo que la muerte por falta de información es inevitable. Recordarás la discusión sobre la quiebra de la infraestructura del conocimiento. Pues bien el conocimiento crece en tamaño y complejidad. Los científicos de hoy en día tienen que lidiar con un cuerpo enorme y creciente de evidencias en bases de datos, al mismo tiempo se enfrentan a un crecimiento enorme de los datos disponibles para estudiarlos y hay, cada vez más, problemas complejos que requieren una mayor colaboración entre investigadores, que muchas veces están en otras instituciones o en otros campos o plataformas completamente nuevas para la investigación científica. Piensa en, por ejemplo, la investigación sobre las partículas elementales en el Gran Colisionador de Hadrones en Europa.

El Gran Colisionador de Hadrones es un circuito cerrado de complejos dispositivos electrónicos y poderosos imanes de casi 27 kilómetros de largo enterradas bajo los campos de Suiza y Francia. Tiene la capacidad de acelerar partículas cerca de la velocidad de la luz con el objetivo preciso de colisionarlas entre sí. En la colisión, las partículas se rompen y liberan partículas elementales como los cuarks y, con suerte, la así llamada partícula de Dios, el bosón de Higgs, que da masa al universo.

El Colisionador costó aproximadamente 9.000 millones de dólares y su construcción tardó más de una década en llevarse a cabo. No hace falta decir que no es posible construir uno de estos artefactos para cada grupo de científicos o universidades que investigan física. Los científicos de toda la Tierra colaboran virtualmente o en persona para trabajar con el Colisionador. Para hacerte una idea de la complejidad de que supone dar soporte a una investigación científica de esta magnitud, en un artículo publicado sobre un experimento realizado en el Colisionador se contabiliza la participación de 3.046 autores.( 2012).

Esta enorme cantidad de datos y las colaboraciones a gran escala no se limitan únicamente al ámbito de la física. Los académicos especializados en humanidades también pueden, como parte de su trabajo, realizar búsquedas a través de cientos de miles de textos digitales. Por ejemplo, los científicos sociales analizan miles de millones de páginas web hechas en medios sociales, y sus correspondientes actualizaciones, para estudiar cómo nos comportamos en línea. Las compañías farmacéuticas pueden generar ahora millones de posibles combinaciones químicas para luchar contra las enfermedades—cada posibilidad requiere ser explorada para garantizar que un nuevo fármaco pueda ayudarte y no matarte.

Para ayudar a acelerar el desarrollo de la ciencia y evitar las potenciales consecuencias desastrosas de la sobrecarga de información, los laboratorios han decidido contratar un cuerpo especial de bibliotecarios. Estos bibliotecarios trabajan directamente con investigadores junto a los cuales organizan montañas de datos. Los bibliotecarios también facilitan la colaboración virtual entre equipos de científicos de todo el mundo y desarrollan herramientas para investigar un montón de cuestiones nuevas. Están aprendiendo a especializar sus métodos de asesoramiento en las labores científicas. Para facilitar el acceso a las montañas de datos, generadas por los laboratorios, emplean las más completas bases de datos y los buscadores web más recientes. También utilizan programas para el trabajo en equipo y herramientas virtuales para realizar conferencias vía web para difundir rápidamente entre los equipos las mejores ideas. Dan a los investigadores formación en el uso de las últimas herramientas colaborativas y en los métodos para buscar oportunidades de financiación. Construyen un ambiente seguro comprobando que los datos están contrastados. Los bibliotecarios incentivan la motivación de los investigadores ayudándolos a difundir sus trabajos por todo el mundo científico.

Aunque no podemos esperar que cada bibliotecario trabaje con cada uno de los 3.046 científicos u ordene los millones de puntos de acceso a la información, sí que podemos esperar que los bibliotecarios se dirijan a la comunidad. La comunidad vive dentro y fuera de la biblioteca y los bibliotecarios deberían hacer lo mismo. Desde el bibliotecario que trabaja solo en un pueblo pequeño hasta el bibliotecario especializado en medicina que trabaja en un hospital, deberíamos esperar que los bibliotecarios pasasen parte de su tiempo fuera de la biblioteca en busca de la comunidad en sus diversas actividades. Los bibliotecarios deberían sentarse con los científicos de la facultad, sentarse en las Cámaras de Comercio y estar en los diferentes lugares de trabajo y no esperar a que la comunidad vaya a la biblioteca.

Por supuesto, hay veces que sí tiene sentido esperar que la comunidad vaya a la biblioteca. Acabamos de hablar de los bibliotecarios incrustados en la comunidad, ahora veremos qué pasaría si incrustáramos la comunidad en la biblioteca.

Bibliotecas públicas incubadoras

Mencioné antes que gran parte de las bibliotecas del mundo están organizadas de una sola forma (servicios públicos y técnicos). Ocurre también que están físicamente dispuestas de la misma manera. Ésta no es una coincidencia a celebrar. Las bibliotecas llevan desde aproximadamente el siglo anterior persiguiendo la estandarización. Estos estándares están arraigados en las políticas e incluso en la legislación. En Dallas, todas las sucursales bibliotecarias fueron construidas o renovadas siguiendo un plan maestro.

El plan maestro de Dallas dictó la cantidad de metros cuadrados, la cantidad y localización de las estanterías, la ubicación de la mesa de información, y así con otros muchos detalles. Esto nos lleva a que tengamos con las bibliotecas un tipo de familiaridad parecida a la que tenemos con los McDonald’s. Vayas donde vayas sabes qué vas a encontrar. Aunque incluso McDonald’s se dio cuenta de que en cada lugar donde se establecía tenía que reflejar la cultura local para crear una mayor asimilación con el lugar.

Corinne Hill, entonces directora del sistema bibliotecario de Dallas, se dio también cuenta de esto y buscó reformar el plan maestro. Por ejemplo, en los vecindarios con una comunidad grande de artistas, ayudó a diseñar bibliotecas con espacios donde exponer las pinturas, como si fuesen una galería. También trabajó con desarrolladores locales para ofrecer bibliotecas que reflejaran las características y las sensibilidades de la comunidad. Cuando se le preguntaba sobre qué tenían en común estos edificios ella decía que lo que hizo fue poner espacios colaborativos en el centro y libros alrededor, como si esta disposición fuera arte en sí misma. Puede que consideres esta decisión una reutilización de los libros como mera decoración pero el arte de la disposición de los libros no consiste en esto. A través de toda la historia el arte ha buscado inspirar, educar, provocar y recordar. Los libros no estaban allí para decorar, estaban para impulsar el trabajo real de la biblioteca, accesibles para facilitar la colaboración.

Cuando, más tarde, Hill se fue a dirigir la Biblioteca Pública de Chattanooga, en Tennessee, fue un paso más allá en el diseño de la biblioteca central. La cuarta planta del edificio estaba llena de muebles y objetos viejos y olvidados desde hacía mucho tiempo. Corinne y su equipo sabían que la comunidad necesitaba más, así que limpiaron la quinta plana y construyeron

«un laboratorio público y una instalación familiar centrados en el acceso a la información, el diseño, la tecnología y las artes aplicadas. El espacio de más de 1.100 metros cuadrados alberga equipos, asistencia técnica, 106 programas, eventos y reuniones que funcionan dentro de este ámbito. Mientras que los espacios de las bibliotecas tradicionales permiten el consumo del conocimiento ofreciendo acceso a los distintos medios. La quinta planta es única porque facilita la producción conjunta, la conexión entre intereses comunes y compartir el conocimiento mediante el acceso a herramientas para la autoformación». (« 4th Floor: Featured Resources » 2018).

La cuarta planta ha albergado desde conferencias internacionales de tecnología hasta experimentos con globos meteorológicos y además provee acceso a Internet con potencia de gigabits, equipo de realidad virtual, herramientas eléctricas y todas las maneras posibles que podamos imaginar para explorar, inventar y aprender.

Este modelo no es exclusivo de Chattanooga. La Biblioteca de Distrito de Ann Arbor tiene bibliotecarios de producción entre sus trabajadores. Éstos trabajan directamente con la comunidad para producir nuevas herramientas y proyectos. ¿Alguien llega con una idea para un nuevo sitio web? Los bibliotecarios de producción pueden ayudarle a hacerla. ¿Un proyecto de vídeo? El bibliotecario de producción le orientará. La biblioteca es un sitio para que la comunidad desarrolle sus necesidades de creación.

Eli Neiburger, un director adjunto de la Biblioteca de Ann Arbor que supervisa a los bibliotecarios de producción, me contó una gran idea. Un miembro de la comunidad vino a la biblioteca y preguntó si los libros de su casa podrían ser añadidos al catálogo de la biblioteca para que la gente pudiera llevárselos prestados. Esta persona estaba dispuesta a llevar sus libros si eran solicitados por la comunidad y pensó que así otra gente utilizaría su material. Visto desde el punto de vista del pensamiento actual de los bibliotecarios esta es una idea extraña. Después de todo, los libros de los miembros de la comunidad no pertenecen a la biblioteca. Pero esta idea toma todo su sentido cuando piensas en la biblioteca como una plataforma, como una herramienta perteneciente a «la comunidad» en vez de biblioteca de una herramienta creada «para la comunidad». De hecho, muchas bibliotecas de Estados Unidos se formaron gracias a la aportación de colecciones personales.

Pero ¿por qué detenerse en solo algunos aspectos de la comunidad? ¿Por qué no utilizar la biblioteca como un sitio donde compartir todas las necesidades de la comunidad? Las bibliotecas de todo mundo están empezando a prestar «gente». Puedes recoger bibliotecarios de producción en Ann Arbor o un bibliotecario especializado en impresión 3D en Fayetteville y llevártelo prestado y en algunas bibliotecas se están prestando incluso bomberos, abogados y contables. Los expertos de la comunidad quieren hacer voluntariado en su tiempo libre y la biblioteca puede ayudar a maximizar sus esfuerzos. En Europa hay «bibliotecas de prejuicios» donde los miembros de la comunidad pueden recoger un prejuicio. ¿Nunca hablaste con un musulmán? ¿Un gay o una lesbiana? ¿Una persona latina? ¿Un votante del Partido Republicano? Ahora puedes. Esto funciona porque la biblioteca provee un espacio cívico y seguro para mantener estas conversaciones.

La comunidad como colección

Los ejemplos anteriores demuestran cómo una plataforma bibliotecaria puede ser moldeada para satisfacer las necesidades de una comunidad. Sin embargo, es necesario que haya otra parte muy importante involucrada en el proceso para que se produzca el cambio de estatus de la biblioteca tradicional hacia su concepción como plataforma: la gente involucrada. En su informe del 2014 «Rising To The Challenge: Re-Envisioning Public Libraries(Garmer 2014) », el Instituto Aspen identificó tres recursos clave que tienen las bibliotecas: gente, lugares y plataformas. Aunque el informe de Aspen habla de estos recursos refiriéndose a las bibliotecas públicas éstos sirven igual para todo tipo de bibliotecas. Ya hemos tratado el concepto de plataforma; permíteme ahora hablar sobre la gente y cómo debería cambiar radicalmente el concepto de gente como recurso de una biblioteca.

Durante demasiado tiempo los bibliotecarios y las comunidades a las que sirven han estado centrados en las colecciones. Piensa en una biblioteca y probablemente pienses en estanterías bien ordenadas o en terminales que brillan y que te dan acceso a bases de datos y artículos. Esto era la colección. Los materiales y los recursos. Sin embargo, la verdadera colección de cualquier biblioteca no son estas herramientas, la verdadera colección de una biblioteca es la comunidad en sí misma. Las bibliotecas de hoy en día están convirtiéndose en centros de citas sociales e intelectuales. Las bibliotecas en vez de enlazar tus necesidades a un mero recurso, están enlazándolas a los expertos, vecinos, colegas y compañeros de aprendizaje que te pueden ayudar a satisfacer estas necesidades . Una vez más, este cambio va más allá de la retórica y puede que unos ejemplos lo expliquen mejor.

La mayoría de las bibliotecas tienen algún mecanismo que facilita que el voluntariado de las comunidades participe . Las bibliotecas públicas tienen miembros de la comunidad que quieren ayudar. Las bibliotecas escolares tienen estudiantes e incluso padres que ayudan. En muchos de estos casos los voluntarios ayudan a hacer las tareas de la biblioteca. Ponen libros en estantes, vacían las cajas de devoluciones, prestan libros, etcétera.

Este fue también el caso en la Escuela Media de Pine Grove. Los estudiantes preguntaron a la bibliotecaria, Sue Kowalski, si podían ayudarle. Al principio, ella los mandó a colocar libros en las estanterías y a poner en orden los muebles. Sin embargo organizar a los voluntarios se convirtió en un trabajo tan complejo como el trabajo que los propios voluntarios iban a realizar. Entonces se dio cuenta de que lo estaba haciendo al revés:

Estaba emocionada por tener tantos estudiantes que querían «ayudar» en la escuela durante su tiempo no académico. Entusiasmada, encontré y creé trabajos para mantenerlos ocupados. Aquello empezó a crecer como un incendio descontrolado. Corrió la voz de que yo adoraba tener «pequeños ayudantes» y pronto me enviaron muchos más por diferentes razones. Empecé a darme cuenta de que gestionar estos voluntarios se estaba convirtiendo en un trabajo a tiempo completo para mí y no estaba dándome cuenta de que los trabajos no estarían hechos si yo no estaba involucrada. El impacto de las tareas era pequeño (poner rectas las sillas, quitar el polvo, poner rectos los libros, sacar punta a los lápices). Inicialmente, pensé en enviar un gran mensaje que pusiera «Gracias, pero no, gracias», por suerte tuve una revelación muy sabia y me di cuenta de que aunque la energía era positiva y no tenía precio la implementación de los ayudantes necesitaba una aproximación revisada (Lankes 2016).

¿Cuál era esa aproximación revisada? Pues dejar que los voluntarios se organizaran por sí mismos y que utilizaran su propia experiencia en vez de convertirlos en «pequeños bibliotecarios». Decidió llamar al grupo iTeams y en vez de tenerlos colocando libros se pusieron a seleccionarlos para crear muestras temáticas (después de todo, ellos conocían mejor los libros que ella). En vez de tenerlos organizando sillas les mandó enseñar el uso de diferentes programas informáticos a otros estudiantes y, a partir de cierto momento, incluso a los profesores. Una vez más, los estudiantes eran más gráciles en estas herramientas. Hoy en día su iTeam selecciona libros, da cursos de tecnología y ayuda en proyectos dirigidos por profesores de la misma manera que los estudiantes de grado ayudan a los miembros de la facultad en la universidad. Su revelación, y lo que tú también deberías esperar de tu biblioteca, es que la comunidad es la verdadera colección de la biblioteca. Son los miembros de la comunidad los que tienen diversas experiencias y habilidades que mediante la biblioteca pueden compartir con otros miembros de la comunidad.

En Fayetteville, Nueva York, se dieron cuenta de lo mismo. Ahora con cada libro, o Kindle, prestado, o programa asistido, los miembros de la comunidad reciben una encuesta con estas tres preguntas:

  1. ¿Qué es lo que te gusta?
  2. ¿En qué eres apasionado?
  3. ¿Estás dispuesto a enseñarlo o compartirlo con la comunidad?

De esta manera los bibliotecarios logran conectar con estos miembros de la comunidad y les ayudan en la construcción de nuevos programas. ¿Cómo cuál? Pues por ejemplo, un profesor de primaria creó kits de pre-alfabetización para padres (y abuelos). En el kit hay un libro de cartón, un plan de lecciones y normalmente un juguete para ayudar a los niños a asociar conceptos y acciones con palabras. Un científico hizo kits con osciloscopios y telescopios. En el Fab Lab hay máquinas de coser programables. Los bibliotecarios no tienen idea de cómo usarlas pero las personas que saben coser en la comunidad vienen regularmente, no solo para usar las máquinas, sino también para enseñar a otros miembros de la comunidad a utilizarlas.

En la British Library sustituyeron su Habitación de Lectura de Negocios por una incubadora para ayudar a empezar negocios(« British Library’s Business & IP Centre: YouTube » 2016). Sí, tú puedes buscar en bases de datos y prestar libros, pero también puedes consultar con mentores, contables y expertos en pequeños negocios. La planta de la biblioteca es un sitio para trabajar, conocer gente y aprender. Donde una vez la biblioteca fue un sitio para que los bibliotecarios hiciesen su trabajo y ofrecieran sus servicios ahora encontramos un sitio donde la comunidad puede ir y compartir.

Todo esto recuerda al papel clave de aprender en la misión de las bibliotecas. Los bibliotecarios no son profesores y los miembros de la comunidad no son pupilos. Los miembros de la comunidad y los bibliotecarios están constantemente aprendiendo. Todos en la comunidad tienen algo que compartir y aportar, ¿cómo puede la biblioteca liberar ese potencial? Seguro que nuestras bibliotecas están llenas de escritos de grandes 110 artistas y académicos. Pero nuestras comunidades también están llenas de gran experiencia y conocimiento. La comunidad ayuda a traer las idea del pasado al presente. La colección de tu biblioteca pública no son los libros en el edificio, sino los ingenieros, escritores, abogados y soñadores de tu vecindario. La colección de tu biblioteca académica incluye los miembros de la facultad que amplían los límites de la ciencia, los estudiantes con pasiones hacia la música, un montón de académicos e investigadores que buscan descubrir los misterios del universo y la condición humana.

¿Qué te apasiona? No deberías esperar que tu biblioteca conteste simplemente a tus preguntas, sino que deberías esperar que se cuente contigo en ese esfuerzo por responderlas y que este impulso autoformativo te una con otros que comparten tu entusiasmo.

Bibliotecas como lugares

El tercer recurso que el informe de Aspen identificó eran los «lugares». En muchas bibliotecas esto se refería a un espacio físico. Sin embargo, la mayoría de las bibliotecas también tienen un espacio, o presencia, en Internet. Los lugares son muy importantes porque son la verdadera manifestación del aprendizaje. Aunque este concepto fue tratado en la explicación del tercer espacio en el Capítulo 2 vale la pena detallarlo aquí.

He hablado antes sobre bibliotecas como instituciones inspiradoras. Las comunidades, tanto grandes como pequeñas, construyen bibliotecas tanto para que sean monumentos como para que sean espacios funcionales. Los arquitectos utilizan las bibliotecas como muestras en su portafolio, ricas en mármol y madera de caoba. Esto es apropiado. La comunidad debe ver las bibliotecas físicas como representantes de sus ideales más altos.

En el pasado, sin embargo, esto ha sido, francamente, molesto. Las bibliotecas pueden ser inspiradoras pero aun así necesitan ser funcionales. ¿Qué hay de todas esas bibliotecas que Carnegie construyó hace un siglo? Muchas han sido abandonadas o reutilizadas porque son demasiado pequeñas o inflexibles con colecciones demasiado grandes para el espacio que tienen y con redes inalámbricas y nuevos servicios para las que no fueron construidas. Hay muchos bibliotecarios que se quejan cuando un arquitecto es contratado porque demasiados arquitectos ven la biblioteca como un ejercicio con el que lucirse ante la comunidad y donde ésta pueda posar y no un lugar donde tanto la comunidad como los bibliotecarios van a trabajar.

Sin embargo esto está cambiando. ¿Por qué? La respuesta corta es que existe una nueva aproximación (detallada en este libro) y la Ley de Moore. El cofundador de Intel Gordon E. Moore dijo que o el número de transistores en un chip de ordenador se dobla cada dos años o el coste de poner el mismo número de transistores en el chip se reduce a la mitad. La Ley de Moore, como ha sido llamada su teoría, se ha cumplido durante más de 40 años, ha sido utilizada más ampliamente para hablar de cómo la tecnología dobla su capacidad o se reduce a la mitad su precio cada dos años. Esto puede resultar impactante pero la progresión se ha mantenido según consta en el estudio año tras año.

Un ordenador del año 1982 pesa cien veces más, es quinientas veces más voluminoso, cuesta diez veces más, aproximadamente, y es cien veces más lento que el teléfono inteligente corriente que hoy en día está en tu bolsillo.(«Ley de Moore» 2021).

¿Cómo este concepto—de tecnología digital que acelera y miniaturiza las cosas—afecta al funcionamiento de una biblioteca? ¿El edificio se vuelve más pequeño? Por supuesto que no, pero las bibliotecas del pasado eran una infraestructura en la cual los bibliotecarios hacían sus trabajos. Hoy en día, esa infraestructura se está volviendo cada vez más y más pequeña. Las enciclopedias que solían ocupar mucho espacio en los estantes ahora pueden ser consultadas desde un ordenador. Los catálogos de fichas que ocupaban espacio en las plantas de los edificios ahora han desaparecido y los catálogos son consultados en ese mismo ordenador. Incluso la microficha, ahora, está escaneada y se encuentra en el ordenador.

La miniaturización mediante la tecnología ha tenido grandes efectos. El primer efecto recae sobre el diseño de la biblioteca física. Los montones de recursos físicos pueden estar ahora comprimidos y ocupan un espacio más pequeño. Esto permite que sistemas robotizados los recuperen, como pasa en la Biblioteca Joe y Rika Mansueto en la Universidad de Chicago.(« The Joe and Rika Mansueto Library » 2018). Los libros y los ítems físicos están almacenados bajo tierra en estanterías de 15 metros de altura y son recuperados en una cúpula de vidrio cerrada que hay encima del suelo y donde la comunidad universitaria puede quedar y estudiar. Los nuevos materiales de construcción permiten que la luz inunde las bibliotecas y las convierta en espacios innovadores y acogedores.

El segundo efecto afecta directamente a los bibliotecarios. Ahora los bibliotecarios pueden irse del edificio y aún así seguir facilitando el conocimiento. La mayoría de las herramientas que necesitan están dis112 ponibles en tabletas y teléfonos inteligentes. Las bibliotecas pueden contratar trabajadores de todo el mundo para ayudar en la digitalización, la construcción de herramientas web y en proveer de un servicio 24 horas de respuesta a preguntas. Todo esto es debido a que la velocidad de las redes digitales hace que el teletrabajo sea una realidad.

Todo esto puede que te lleve a preguntarte, como muchas comunidades han hecho, si aún necesitamos, en lo más mínimo, la biblioteca física. La respuesta dependerá de la comunidad ya que los bibliotecarios necesitan cada vez menos espacio para hacer su trabajo y al mismo tiempo la comunidad necesita más y más espacio para interactuar y crear.

¿Recuerdas las sucursales de la Biblioteca Pública de Dallas? Una de éstas se iba a presentar dentro de un proyecto de remodelación del vecindario. Cuando el desarrollador del proyecto fue interrogado por el motivo de dicha remodelación, sin dar ninguna indicación, habló del concepto de tercer espacio. Dijo que podía construir espacios para vivir y que podría mezclarlos con lugares para trabajar y comprar, pero que al mismo tiempo necesitaba un espacio para que la comunidad se juntara y desarrollara una identidad. Para él este espacio era la biblioteca.

Este concepto no solamente es aplicable en bibliotecas públicas. Las universidades experimentan la necesidad de encontrar un espacio entre la clase y el dormitorio. Los centros estudiantiles están muy bien pero los estudiantes a menudo utilizan la biblioteca como un lugar donde poder ser productivos y donde desarrollar sus habilidades sociales, porque, sí, el aprendizaje es una actividad social. Muchos bibliotecarios con resultados exitosos y que trabajan en escuelas pueden decirnos cómo la biblioteca se convierte en un refugio para los estudiantes inadaptados o para los estudiantes que buscan un sitio donde establecer vínculos con otros estudiantes fuera del grupo de los deportistas. Las bibliotecas de las corporaciones son sitios interesantes donde se suelen mezclar trabajadores de la empresa con gente de otros ámbitos y disciplinas, que han ido allí para utilizar recursos y en busca de experiencia. Las bibliotecas gubernamentales, como la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, crean programas de compañerismo para animar a los académicos de todo el mundo a que vengan e interactúen con los trabajadores del gobierno y los legisladores.

El concepto de la biblioteca como un espacio de la comunidad no es realmente tan inusual. Ya he hablado de la antigua Biblioteca de Alejandría que fue construida con columnatas y salas para maximizar la interacción y discusión entre los académicos. La tecnología y una renovada atención en la comunidad nos están permitiendo recuperar las bibliotecas para las comunidades. Deberías esperar que tu biblioteca sea un espacio para la comunidad—un sitio para el intercambio de ideas y la creación de conceptos totalmente nuevos.

Esto, sin embargo, vuelve a apelar a tu responsabilidad. Un edificio por sí solo no puede hacer nada. Simplemente construir una infraestructura— no importa lo lujosa o representativa que sea de la estética de la comunidad— no es suficiente. Llenar un edificio bonito de libros no lo convierte en una biblioteca. Se necesita de un compromiso con la comunidad y de un grupo de facilitadores dedicados a transformar lo físico en conocimiento y comunidad. Por suerte estos facilitadores existen: se llaman bibliotecarios.

Referencias

« 4th Floor: Featured Resources ». 2018. Chattanooga Public Library.https://chattlibrary.org/4th-floor.

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